La manera como ha ejecutado Pedro Sánchez el cese de José María Álvarez-Pallete y el nombramiento de Marc Murtra al frente de la presidencia de Telefónica es de una brillantez tal que desbarata, en medio de una gran carcajada, cualquier análisis que pretenda ser serio de la fragilidad del presidente del gobierno. Mientras el PP sigue esperando a que Sánchez caiga como la fruta madura ante la pérdida de apoyos parlamentarios en su torre de cristal de la calle Génova y Junts trabaja la agenda de Suiza para su próxima reunión con el PSOE, esa que debería ser, esta vez sí, definitiva, el gobierno español, dedicado a cosas mucho más serias, ha dado un golpe de mano empresarial espectacular en una firma que tiene todo lo que hoy tiene valor: liderazgo en telecomunicaciones, creación de contenidos y capacidad de inversión publicitaria. Todo un aviso para navegantes sin rumbo y los catalanes desconocedores de lo que realmente es el poder.
En muy pocas horas hemos sabido que, el mismo viernes por la tarde, Pallete había sido citado en la Moncloa para comunicarle que su tiempo había acabado después de prácticamente nueve años al frente de la compañía española, seguramente, más emblemática. Antes de que se pusiera este sábado el sol, el consejo de Telefónica, reunido de manera extraordinaria y urgente, le agradecía sus servicios, se aprobaba la resolución de su contrato por el que recibirá alrededor de 23 millones de euros, se le pedía su dimisión como consejero, se proponía como nuevo consejero a Marc Murtra, y se lo nombraba en el mismo acto presidente ejecutivo del consejo de administración con efectos inmediatos. El PP ya ha salido a protestar, pero su queja carece de valor alguno, ya que cuando Aznar o Rajoy, sobre todo el primero, estaban en el poder, hacían lo mismo. ¿De dónde salieron sino los Villalonga o los Paco González?
El gobierno español ha dado un golpe de mano empresarial espectacular en Telefónica
Por más llamativo que sea el movimiento, en el fondo, la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), entidad adscrita al Ministerio de Hacienda a través de la cual el gobierno español tiene un 10%, se ha limitado a actuar con destreza, y lo ha hecho de la mano de la Fundación La Caixa que, a través de su brazo inversor, CriteriaCaixa, alcanzó el pasado mes de julio una participación del 9,99% del capital de Telefónica mediante la adquisición de un bloque de acciones que representaba el 4,91% del accionariado de la compañía. El presidente de la Caixa, Isidre Fainé, conocedor de primera mano de lo que es el poder real entre bambalinas, es probable que haya visto en todo ello también una protección para las Torres Negras de la Diagonal con la decisión inamovible.
Aunque lo que mediática y políticamente se destaca siempre de Marc Murtra su proximidad a Salvador Illa y, lógicamente, a los socialistas, en el fondo esa presentación no deja de ser un dardo envenenado de un ejecutivo catalán brillante, con una excepcional visión estratégica, fino analista de la geopolítica mundial, una de sus pasiones; y una cualificación radiante allí por donde ha pasado. En su último cargo, la presidencia de Indra, cogió la compañía con la acción arrastrándose alrededor de los 7 euros en 2021 y en este tiempo le ha dado la vuelta como a un calcetín, y con no poca oposición, ha pasado de ser una simple empresa tecnológica a una multinacional de referencia en defensa y tecnología. Su acción cerró el viernes por encima de los 18 euros. También es patrón de la Fundación Bancaria La Caixa desde febrero de 2021, donde comparte consejo, entre otros, con Álvarez-Pallete, quien también es vocal.