La decisión del Banc Sabadell —bien pensada, valiente y rápida en la ejecución— de retornar la sede de la entidad a Catalunya, sin ser estrictamente aquello que se conoce como una poison pill (píldora envenenada) en el argot financiero, sin duda tiene los mismos efectos ante la opa del BBVA sobre el Sabadell. El presidente de la entidad, Josep Oliu, ha escogido el momento ideal para trazar un movimiento de calado, que, en la práctica, puede ayudarle a ganar la batalla y dejar al BBVA con la miel en los labios. Nada está decidido, ya que antes del momento final en que se sepa cómo acaba la opa, han de pasar muchas cosas. Pero si hay una noticia cuya onda expansiva va mucho más allá de una decisión corporativa sobre donde está la sede, es la del retorno de dicha entidad financiera a Catalunya, de la que se fue en 2017 a raíz del procés siendo la primera empresa del Ibex que tomaba una decisión así, es esa y en este momento. Oliu, además, ha ido a la junta con una noticia tampoco nada menor: la acción del Sabadell ya vale más que lo que ofrece el BBVA a sus accionistas en la opa.

Son dos noticias nada neutras y que pueden acabar atenazando al BBVA si no es capaz de encontrar un movimiento reflujo que acabe dejando la partida lo más cercana a como estaba en el mes de mayo, cuando anunció su movimiento con el Sabadell y todo el mundo pensaba que la absorción de la entidad catalana era una cuestión de meses. Además de las dificultades ya enormes para salvar los tres obstáculos que tiene hoy la opa del BBVA —un precio poco atractivo, la aprobación del Ministerio de Economía y las duras condiciones que sin duda impondrá la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC)— ahora tendrá que arrebatar la sede social de Catalunya. Todo el mundo puede entender que no es lo mismo tener en frente un hipotético problema con un Carlos Mazón —la sede estaba en Alicante— en horas muy bajas como presidente de la Generalitat valenciana y al Partido Popular que a Salvador Illa, al PSC, al PSOE y al resto de partidos políticos catalanes, así como sectores empresariales y entidades como Foment o Pimec o los sindicatos. Es fácil de imaginar que al BBVA le han crecido los problemas por esta vía y que son de muy difícil solución.

Es fácil de imaginar que al BBVA le han crecido los problemas con el cambio de sede y que son de muy difícil solución

De la manera como han ido las cosas estos últimos meses, es imaginable que el gobierno español estará en este tema a lo que Illa necesite. El posicionamiento público del ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, no permite al BBVA abrigar grandes esperanzas y, por si eso fuera poco, el concepto de la cohesión territorial incorporado por primera vez por el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en su entrevista con Bloomberg TV durante su estancia en Davos a donde asiste al World Economic Forum es algo más que un mensaje para navegantes. Sánchez, sin emitir una opinión clara sobre la opa, sí ha dejado caer que en España hay un gran número de pymes, el 90%, y que esa circunstancia es significativa en la lista de consideraciones, así como la cohesión social y la cohesión territorial. Conceptos, todos ellos, que se alejan de cualquier análisis estricto sobre una entidad financiera más global y competitiva o el precio de la acción.

Oliu, a sus 75 años y con 26 al frente de la presidencia del Sabadell, ha alineado, de una tacada, intereses de calado con la maestría de un jugador que saca el máximo esplendor a los movimientos que puede realizar. El president de la Generalitat gana para su discurso de la normalización el retorno del Sabadell, algo que podrá molestar a unos cuantos, pero que no es indiferente para muchos más. Es cierto que ese triunfo tiene para Illa un rédito político claro, aunque sean muchos los sectores políticos que también se feliciten en público o en privado del anuncio de retorno a Barcelona de su sede central. Pero, como todas las cosas, tiene su cara, pero también su cruz. Si el final de la opa tomara otra dirección y el BBVA se saliera con la suya, Illa quedaría mucho más expuesto a la crítica que si la sede estuviera en Alicante. Es un juego de vasos comunicantes y de como se desplaza el centro de gravedad. Pero las partidas siempre es mejor jugarlas con el viento de cola que de cara, y todo apunta a que hoy las corrientes son favorables a Illa.