Para el próximo lunes, el president de Junts, Carles Puigdemont, ha convocado en Bruselas una reunión de la comisión permanente del partido, seguida de una conferencia de prensa suya que puede acabar siendo determinante para el futuro de la legislatura española. Los ánimos en la dirección de Junts se han ido calentando con la reiteración permanente de los incumplimientos del gobierno español y los permanentes pasos adelante y atrás en todas las negociaciones que mantienen. A título de ejemplo, estos han sido los dos últimos desaires públicos que se conocen: acuerdo de Junts con el Gobierno para desclasificar los documentos del CNI relacionados con los atentados de agosto de 2017 y, cuando llega el momento, a la comisión parlamentaria del Congreso que debe recibirlos, se les comunica vía Moncloa que no los recibirán. Tras el jarro de agua fría, la ministra de Defensa, Margarita Robles, hablaba de un defecto de forma, cuando simplemente es otra tomadura de pelo.
Hace un par de semanas, en la negociación sobre el impuesto a las energéticas, pasó algo similar. El PSOE cerró un acuerdo con los independentistas que le permitía salvar unas inversiones clave en el Camp de Tarragona, tanto de Repsol como de Cepsa, y este pacto quedó superado en el último momento por otro que decía lo contrario, del gobierno con ERC, Bildu y BNG. Aunque también este tuvo la correspondiente corrección del Ministerio de Hacienda, que en un comunicado decía que los dos eran válidos, aunque se defendían cosas antagónicas. Esta kafkiana situación quedó, en parte, aclarada por el secretario general de Junts, Jordi Turull, que en una entrevista en este diario el pasado día 24 ya aclaró que no darían apoyo a ningún real decreto que mantuviera el impuestazo y desviara al extranjero las inversiones. Este martes, Míriam Nogueras, insistía en ello y se atribuía el haber rescatado una inversión de Repsol de 1.100 millones que estaba en riesgo.
Puigdemont lleva semanas pulsando el clima existente en la organización, que es de un enorme enojo
Junts es especialmente crítico con este proceder del PSOE, por no añadir a ello que el catalán aún no es oficial en las instituciones europeas, ahora incluso ya ha desaparecido como noticia posible de los medios de comunicación; el traspaso integral de inmigración acordado hace ya varios meses no encuentra nunca el momento de ver la luz, y veremos qué interpretación llegado el momento hace el Ejecutivo de la palabra "integral", que para que sea así no puede ser otra que la Generalitat tenga el control de fronteras y pueda decidir sobre los flujos migratorios. Si no es así, es muy difícil que el acuerdo pueda ser satisfactorio. Hay muchos más ejemplos, aunque estos por sí solos ya expresan el deterioro palmario en las relaciones y una cierta sensación de muchos dirigentes de que el camino está llegando a su fin. Un colaborador del president utilizaba hace unos días una frase bastante gráfica para definir el momento: "Estamos aguantando un cadáver, lo que no vamos a dejar es que nos hunda con él".
En este contexto se va a celebrar la reunión de este próximo lunes en Bruselas, a la que también se conectará telemáticamente la ejecutiva de Junts. El hecho de que sea el propio Puigdemont quien ofrezca una comparecencia pública en Bruselas, algo que no sucede desde las elecciones catalanas del pasado mes de mayo, y que la convocatoria lleve por título "valorar un año del acuerdo de Bruselas" —lo firmaron el propio Puigdemont y el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, en noviembre de 2023— ha añadido grandes dosis de incertidumbre sobre la dimensión real de la comparecencia. ¿Habrá una seria advertencia a Pedro Sánchez? ¿Habrá algo más? El president de Junts lleva varias semanas conversando con dirigentes del partido y pulsando el clima existente en la organización, que es de un enorme enojo. Los contactos se han extendido fuera del perímetro de la organización. Todo ello, justo en un momento en que los incumplimientos han superado una línea de enfado notable y la situación política y judicial de los socialistas, y más en concreto de Pedro Sánchez, no le permite tensar la cuerda como lo está haciendo. ¿Imprudencia? ¿Temeridad? ¿O soberbia?