Después del auténtico tsunami que ha provocado en la política catalana la alianza entre PSC, comunes y Partido Popular para desplazar a Xavier Trias de la alcaldía de Barcelona, los partidos empiezan a hacer recuento de daños. Los de Madrid, unánimemente desde la satisfacción de haber desbaratado, una vez más, al independentismo, ya que, aunque en primera instancia el gran damnificado era Trias, con él quedaba fuera del equipo de gobierno Ernest Maragall y Esquerra Republicana. Los artículos de Manuel Valls y de Jorge Fernández Díaz eran suficientemente clarificadores. El primero resaltando su orgullo por haber dejado huella a la hora de cortar el paso al independentismo y que cuatro años después Sirera haya hecho como él en 2019 con Maragall, y el exministro con un texto que no necesita leerse más allá del titular: Barcelona: "Antes roja que rota".

Los destrozos causados el sábado veremos si generan un auténtico maremoto o todo queda en una ola de indignación que no encuentra un canalizador del malestar, ya que hay muchas bocas a alimentar, desde los propios partidos independentistas a la ANC, pasando por los que abogan por la abstención en las elecciones españolas del 23 de julio. Esquerra Republicana ha movido pieza enviando a Ernest Maragall de candidato al Senado en un giro de guion para rentabilizar el movimiento contra natura de los partidos constitucionalistas que devuelve la política catalana a un tablero que parecía que, en este espacio, solo interesaba al PP. De los defensores de la guerra de bloques frente a la propagada agenda del reencuentro, solo han quedado en pie los partidarios de lo primero, aquellos para los cuales todo es igual, el terrorismo y el independentismo, como clichés de una situación contra la que hay que luchar, en el País Vasco y en Catalunya.

El PSC tiene una alcaldía tan importante como Barcelona y una potencia municipal importante, ya que el 60% de los ciudadanos de Catalunya tienen alcalde socialista. No es, ni mucho menos, poca cosa. Pero la política no es como antes y todo es mucho más volátil. Hoy se gana y se pierde todo a una rapidez que antes no pasaba. Y, quizás por eso, los cambios en las percepciones van a una velocidad de vértigo. También en los movimientos. En menos de 48 horas, Trias ha pasado de perder la alcaldía y acusar al socialista Jaume Collboni de hacer operaciones deshonestas a tender la mano a un pacto con los socialistas en la Diputación de Barcelona. Sus palabras son todo un dietario de lo que es la política Trias: "Que yo esté enfadado e indignado no quiere decir que nosotros en la vida no seamos inteligentes. No podemos estar fuera del mundo, y nosotros tenemos que estar con capacidad de poder gobernar".

Curiosamente, o no, los mismos que en Junts aplaudían el Trias enérgico, casi colérico, del sábado con aquella expresión que se ha hecho famosa, "¡Que os den!"; eran los mismos que se mostraban irritados porque Trias hubiera abierto esta posibilidad. Entre ellos, el diputado Joan Canadell o la exalcaldesa de Girona Marta Madrenas. Junts no podrá escaparse a este debate, aunque Jordi Turull intente enterrarlo lo antes posible, ya que las miradas en el seno de la organización son diferentes y, para muestra, Trias, el principal damnificado.