Aunque la política ha cambiado tanto que el presidente del gobierno español ha sido incapaz de presentar los presupuestos para 2024 y, por ahora, también los del año próximo 2025, sigue habiendo una norma no escrita en que un gobierno entra en crisis si no es capaz de llevarlos al parlamento. Este es, por ahora, el principal reto que tiene el gobierno catalán de Salvador Illa: armar una mayoría parlamentaria suficiente que le permita alcanzar una velocidad de crucero y para ello necesita, como el agua de mayo, que sus primeras cuentas públicas superen el preceptivo trámite del Parlament. El problema va a estar centrado en lograr el apoyo de los 20 parlamentarios de Esquerra Republicana y para lograrlo va a tener un papel decisivo el resultado que se produzca en el congreso del partido previsto para el 30 de noviembre.

La fracturada cámara legislativa catalana le obliga, para alcanzar los 68 escaños de la mayoría absoluta, al acuerdo con ERC (20) y los comunes (6), unidos, claro está, a los 42 del PSC. No le puede faltar ni uno, si Illa quiere ir tranquilo. No habrá problemas para los socialistas, si en el congreso de ERC del 30 de noviembre se impone la candidatura denominada rovirista, que impulsa desde la sombra la actual secretaria general, con funciones casi plenipotenciarias tras la dimisión de Oriol Junqueras como presidente del partido. Este grupo dirigente fue el que suscribió el acuerdo para hacer president de la Generalitat a Salvador Illa y aunque no se expresó públicamente que una cosa (investidura) llevaba a la otra (presupuestos) es evidente que es así. Pero el PSC tiene que hacer gestos en el tema del acuerdo de la financiación singular, que Pedro Sánchez ya ha transformado sutilmente en particular y convertido en una especie de café para todos, no sea el caso que acabe molestando a alguna otra autonomía.

El resultado del congreso de ERC va a tener un papel decisivo para que Illa apruebe los presupuestos

Ya sabemos, por tanto, que no será un concierto, que Catalunya no tendrá la llave de la caja, que no habrá soberanía fiscal, que no acabará con el déficit fiscal y que será particular y no singular. Todo esto en muy pocas semanas y sin atisbar qué nos deparará el futuro, dada la voracidad con que la magia de la Moncloa engulle acuerdos y compromisos. Que será mejor de lo actual no hay duda y a ello se agarrará Sánchez, pero que sea suficiente para que Esquerra lo pueda acabar aceptando, aún está por ver. Tendrán que convencer a Junqueras, tanto Sánchez como Illa, si gana el congreso republicano, la opción, hoy por hoy, más probable, dada la fuerza y la musculatura que parece demostrar su candidatura y que este sábado hará toda una demostración de fuerza en Olesa de Montserrat. Y aquí Junqueras no ha enseñado las cartas sobre sus preferencias, concentrado como está en ganar el congreso.

Si ganara la candidatura Foc Nou, en la que figura, entre otros, Alfred Bosch, la actual mirada que tiene Illa y el PSC sobre la legislatura catalana acabaría siendo otra, ya que, de golpe, el camino a recorrer los próximos cuatro años por los socialistas entraría en una dimensión desconocida. Sea como sea, el PSC, que renunció a los presupuestos de este año dado lo avanzado que estaba el curso cuando tomó posesión en agosto, viene obligado a presentar en tiempo y forma los de 2025 y sacarlos adelante al precio que sea. Más teniendo el precedente de que Pere Aragonès acabó adelantando las elecciones, que se celebraron el pasado mes de mayo, porque no fue capaz de sacar adelante las cuentas públicas de la Generalitat, al fallarle el apoyo de los comunes por el tema del Hard Rock, del que hoy nadie parece acordarse como elemento político de debate.

En este tiempo, el Hard Rock se ha quedado sin las bonificaciones fiscales inicialmente previstas para los grandes casinos. Y que fueron impulsadas en 2014 por Convergència, con el apoyo de los socialistas. Eran otros tiempos, cierto y en política diez años es una eternidad. Ello deja en manos de los inversores el proyecto y falta por saber cuan atractivo sigue siendo para ellos. Veremos si el polémico proyecto ha dicho su última palabra.