Nueva manifestación de fuerza del independentismo catalán y por quinta vez. Estas dos ideas sintetizan lo que ha sido la jornada del 11 de Setembre en Catalunya y las movilizaciones en Barcelona, Tarragona, Lleida, Salt y Berga. Poco importa el baile de cifras que algunos quieren situar en el centro del debate y que determinados medios protagonizaron en los días previos a la Diada y también desde el mismo momento en que se acabaron las concentraciones. Alrededor de 800.000 personas en la calle, según los organizadores, para poder ejercer el derecho a la independencia supera con creces muchas de las movilizaciones más importantes en Europa de los últimos años. Y son mucha gente, muchísima gente, que no se resigna a la situación política actual y que por quinto año consecutivo ha salido a la calle.
Es importante resaltar que ha sido por quinto año, ya que lo normal hubiera sido dejarlo estar. Aquellos que pensaban que era simplemente un souflé así lo pensaban. Pero el independentismo, luciendo sus heridas, en ocasiones fraternales, ha salido a la calle unido. Con un cierto orgullo ante tanto pesimismo latente por la falta de unidad. Los discursos de los presidentes de Òmnium y ANC, como organizaciones convocantes de las manifestaciones, no hacen sino poner presión a los 72 diputados que conforman la mayoría en el Parlament de Junts pel Sí y la CUP.
El curso político catalán que debe completar el mandato del pasado 27 de septiembre en las urnas va a descansar en tres esquinas: aprobación de las denominadas leyes de desconexión, el referéndum de independencia y las elecciones constituyentes. Este es el calendario del president Puigdemont desde hace varios meses y que la Diada de este domingo con sus movilizaciones no ha hecho sino que ratificar. En paralelo, caminarán los juicios por la consulta del 9-N y una hipotética inhabilitación de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. La opinión generalizada respecto a esta última cuestión en las filas de Junts pel Sí y la CUP es que si esta inhabilitación llega en los próximos meses no hay que hacerle caso. Veremos.
La manifestación también fue una respuesta catalana al imprudente y zafio ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo, que había declarado el sábado en el País Vasco que "de una crisis se sale, un ataque terrorista se supera, pero la disolución de España es absolutamente ireversible". Palabras que, por otro lado, no ha corregido, ni matizado, ni tampoco ha sido desautorizado. La manifestación de la Diada ha sido, ministro, por si no se la han explicado bien, insuperable.