Con la muerte de Hassan Nasrallah en uno de los ataques llevados a cabo el viernes en el Líbano, se puede asegurar, sin ninguna duda, que Israel ha asestado a la organización Hizbulá —designada como organización terrorista por Estados Unidos y solo su brazo militar por la Unión Europea— un mortífero golpe al descabezar en pocas fechas su pirámide de mando. La desaparición de Nasrallah pone patas arriba el conflicto en Oriente Medio por el resultado obtenido y por la manera en que se ha llevado a cabo: desde 1992, cuando llegó Nasrallah a la secretaria general, había esquivado todos los intentos de atentado hasta convertirse en un referente —el más famoso en julio de 2006, cuando sobrevivió a un ataque en su casa—. Era un objetivo prioritario para Israel por el poder que acumulaba y por su estrecha relación con Irán.

Pero la muerte de Nasrallah también pasará a la historia por cómo se ha inmortalizado. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ordenando el ataque sobre el Líbano desde un despacho de las Naciones Unidas, donde pronunciaba su discurso ante la Asamblea. La imagen distribuida por la oficina del primer ministro israelí es sorprendente. Netanyahu acaba de comparecer en la ONU con un discurso duro y de defensa a ultranza de sus acciones militares, siendo su actitud ampliamente criticada por la comunidad internacional y se va a un pequeño despacho junto a un general y uno de sus asesores. Allí coge un teléfono y da la orden de atacar Dahye, suburbio de Beirut y feudo de Hizbulá, donde se suponía que estaba Nasrallah. La operación se ejecutaría según el guion previsto de Israel, al cumplirse un año del ataque sin precedentes de Hamás contra territorio israelí y que causó más de 700 muertos.

Irán ha prometido una respuesta contundente y ha llamado a los musulmanes a unirse para atacar a Israel. Ha sido su primera reacción, una vez ya se puede decir que, al menos en estos momentos, el conflicto se ha extendido mucho más allá de lo que en principio era previsible tras el atentado de Hamás el pasado 7 de octubre. El líder supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, ha asegurado que el fallecimiento de Nasrallah no quedará sin venganza. Son muchos los que opinan que, aunque Irán se ha mantenido hasta la fecha en un cierto segundo plano y al margen de las hostilidades entre Israel e Hizbulá, el atentado en el Líbano y la muerte de Nasrallah lo cambia todo, ya que está en riesgo la eliminación de su aliado preferente en Oriente Medio.

Hizbulà es en estos momentos la fuerza militar no estatal más poderosa del mundo y posee entre 120.000 y 200.000 cohetes y misiles, según el Centro Internacional de Estudios Estratégicos e Internacionales. Por ello se considera que una guerra sería devastadora tanto para los libaneses como para los israelíes. Será muy importante la evolución de los próximos días, donde no cabe esperar ningún tipo de mediación diplomática significativa —todos los intentos se cuentan con fracasos, empezando por los de la administración Biden, pero también por la UE y otros actores internacionales— sino la evolución militar del conflicto y los movimientos de los países implicados.