A medida que el president de la Generalitat, Quim Torra, ha ido explicando a miembros de su Govern, al president Puigdemont y los consellers en el exilio, a los consellers presos en Lledoners y a dirigentes independentistas políticos y sociales de amplio espectro el terreno de juego en que piensa situar la conferencia que pronunciará el próximo martes en el TNC, el gobierno español ha hablado por primera vez de volver a aplicar el artículo 155 de la Constitución. Ha hecho lo propio el PSC, a través de su primer secretario, Miquel Iceta, resaltando que fuera de la ley —la española, claro está— hay el desastre.
Ni Sánchez ni Iceta dan palos de ciego. Saben muy bien lo que buscan: condicionar la conferencia y rebajar el esquema principal que les ha llegado. Como en estos momentos, además, hay diálogo —solo eso, mucho whatsapp y mucho móvil— entre el gobierno español y el catalán a diferentes niveles, esta preocupación también se ha comunicado. Y, también, la necesidad de que no haya ultimatums. La pelota, sin embargo, sigue en manos de Torra. En el TNC anunciará el arranque de un curso político muy tenso, ya que, además de la Diada y de las conmemoraciones de los momentos emblemáticos del curso pasado, veremos una tensión in crescendo que culminará con el juicio a los presos políticos. Y, recordémoslo, con una sentencia que, sin más detalles, el president Torra ha dicho en varias ocasiones que no aceptará, ya que el juicio en el Tribunal Supremo está viciado, y la condena será claramente injusta.
Torra ha llegado a la presidencia de la Generalitat en una situación políticamente excepcional y sin tiempo aún para imprimir un sello personal a la magistratura más alta del país. Ha recorrido el territorio como el que más, ha mirado de que las siempre difíciles relaciones entre Junts per Catalunya y Esquerra quedaran fuera del ejecutivo, ha establecido una relación más que razonable con su vicepresident, Pere Aragonès, ha reiterado que no se alejará del mandato del 1 de Octubre y ha asumido con normalidad que el president legítimo es Carles Puigdemont, pero que ello no tiene porque condicionar todas sus acciones y los pasos que dé.
La conferencia es, pues, el arranque político de la presidencia y del curso después de algunos días, más de cien, en el cargo. En un discurso, lo importante es encontrar el tono y el marco que acaba dejando para los próximos movimientos del independentismo. Su intervención no será intrascendente, por tanto. En el cóctel que resulte de conceptos tan malditos como diálogo, referéndum, ruptura y movilizaciones permanentes estará la huella Torra para este principio de curso. De ahí, las amenazas de Sánchez, y que emerja de nuevo el 155.