La decisión de la Audiencia Nacional de absolver al major de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluís Trapero, de los delitos de sedición y desobediencia y para quien la fiscalía pedía la barbaridad de once años de prisión es una magnífica y en parte inesperada noticia en medio del alud de condenas de la causa general abierta contra el independentismo. Después de tres años escuchando o leyendo un día sí y otro también calificativos como "golpista" o "secesionista" y algunos peores, y que fuera suspendido de empleo y sueldo, que le jodieran sin ningún motivo la carrera profesional, en definitiva, la Sala Penal que lo ha juzgado le ha absuelto por dos votos a uno. El voto contrario, el de la presidenta de la Sala, Concepción Espejel, que en su escrito defiende la condena a prisión. Con Trapero quedan absueltos los otros cuatro acusados, la intendenta de los Mossos, Teresa Laplana; el ex director general, Pere Soler; y el ex secretario general de Interior, Cèsar Puig.
Nadie va a compensar al major del suplicio de este tiempo. Una carrera profesional impoluta se fue abajo por una injusticia judicial y, vale la pena recordarlo, por la actitud desmedida del coronel Diego Pérez de los Cobos, la persona que designó el gobierno de Mariano Rajoy para coordinar la respuesta policial al referéndum del 1 de octubre. El fracaso de Rajoy no encontrando las urnas que había llegado a decir que no existían, unido a la violencia desatada por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado durante la jornada del referéndum, condenaron internacionalmente al ex presidente y al responsable de los dispositivos. Había que hacer una cosa entonces: señalar a Trapero como responsable, primero por rebelión, después por sedición y, si tampoco podía ser por este último delito, se improvisó durante el juicio el de desobediencia. Fue, ciertamente, una infamia, pero muchos, muchísimos, se subieron a este carro y hoy hay que recordarlo aunque muchos no lo quieran oír, o miren hacia otro lado. El recorrido judicial de Trapero durante este tiempo hubiera sido otro si se hubiera dicho desde el primer momento la verdad y no se hubiera comprado acriticamente el relato oficial.
Aunque la sentencia no es firme y, además, hay que contemplar que la Fiscalía la recurra a la sala de apelaciones de la Audiencia Nacional y después la lleve al Tribunal Supremo, es una victoria de mérito en una situación enormemente difícil y con la presidenta de la Sala en contra. Los dos magistrados que han considerado que no había pruebas para la condena, el ponente Ramón Sáez y Francisco José Vieira han mantenido hasta el final la posición que ya se filtró hace varios meses y no han cedido ante otros argumentos.
Dos preguntas que no tienen respuesta: ¿le ofrecerá el conseller de Interior, Miquel Samper, la restitución del cargo aunque sea un cierto brindis al sol porque me temo que Trapero ya ha pasado el sufrimiento suficiente para descartar un retorno? ¿Y qué pasa con el conseller de Interior de aquel momento, Quim Forn, si, después de todo el montaje que se hizo de los Mossos, la rebelión y la sedición han quedado en nada?