Acaba de despedirse como la política populista, egocéntrica y falsa que es Ada Colau del Ayuntamiento de Barcelona, ciudad de la que fue alcaldesa entre los años 2015 y 2023. Seguramente intentará volver algún día, confiando en que se olvide su gestión municipal, su sectarismo y el hartazgo que sus ocho años de mandato provocaron en una ciudad que vivió estresada su alcaldía. Puede ser que sea cierto aquel dicho de que el tiempo lo borra todo, aunque si es así, en el caso de Colau, será una auténtica prueba de estrés rehacerse de sus dos mandatos, en que la capital catalana solo ha podido resistir gracias a su enorme impulso y su vitalidad.

Colau se ha ido como gobernó: diciendo una cosa y haciendo la contraria. Sus acusaciones a las élites de la ciudad y, en consecuencia del país, de ser provincianas, mediocres y avariciosas pueden ser, incluso, compartidas por más de uno y más de dos. Pero que sea ella quien haga este diagnóstico debería, por decirlo suave, sonrojarle. Hagamos un poco de memoria: año 2019, 15 de junio. Colau es elegida alcaldesa gracias a los votos del PSC y de Manuel Valls, al frente de Barcelona pel Canvi-Ciudadanos, una formación que se había aglutinado para echarla fuera del ayuntamiento, le prestaba los votos suficientes para continuar otros cuatro años.

Obtuvo la reelección con los votos de las élites del Upper Diagonal que ahora dice despreciar y que habían financiado la candidatura de Valls. Prefirieron una alcaldesa populista y, según ellos, controlable, que les debiera el cargo, antes que a Ernest Maragall, que había ganado las elecciones. Se arrepintieron muy pronto, pero eso ya es harina de otro costal. Lo relevante fue la actitud de Colau ante los votos de Valls: "Todos los votos que vengan, bienvenidos sean a la investidura". Lecciones pocas y críticas las mínimas. Fue la cómplice perfecta de una conjura para desmontar un proyecto independentista, cuyos votos aceptó y cuyos nobles despachos visitó o bien agasajó a sus propietarios sin reparo alguno.

Colau fue reelegida con los votos de las élites del 'Upper Diagonal' que ahora dice despreciar y que financiaron a Valls

Por más que lo repita, Colau no es una anomalía del sistema por su origen humilde y nulo conocimiento de las élites de la ciudad. El ascensor social no es ni mucho menos el óptimo, ni el deseado, pero existe y hay muchos otros casos, por más que a ella le extrañe, de personas de extracción humilde que han llegado a lo más alto, en la política y en la empresa. Sin mucho esfuerzo, le diría una docena de casos ejemplares. En todo caso, ella es fruto del sistema, que hace, en definitiva, que el dinero no sea un factor definitivo y el único para progresar en el escalafón social. Querrá llevar el agua a su molino ideológico, pero ella no es una excepción.

El día de su despedida ha coincidido con el escándalo de Íñigo Errejón, que ha dimitido una vez se había conocido que era inminente que iba a ser acusado de violencia machista y acoso sexual. La empresaria y colaboradora de televisión Aída Nízar ha asegurado en sus redes sociales que había sido víctima del acoso de Errejón cuando vivía en Barcelona. Lo conoció en un acto político en que, dice, estaba presente Ada Colau,  "quien sabe perfectamente la verdad sobre este ser infame. Que le pregunten a ella". Ella, por ahora, no ha dicho aún nada.