La historia entre el Prat y Aena es, en menos tiempo ya que la aviación es una cosa relativamente reciente, la repetición a una cierta escala de las relaciones entre España y Catalunya. Aena ha explotado al máximo al aeropuerto catalán y su prioridad siempre ha sido Barajas. A principios de mayo se vivió una situación tercermundista debido a la falta de previsión en los controles de seguridad que efectúa la Guardia Civil. No es que el delegado del Gobierno, Enric Millo, no informara a las autoridades correspondientes con suficiente antelación. Simplemente que la desidia en el análisis de los datos recibidos provocó un colapso descomunal en la compra de las máquinas necesarias y en el refuerzo policial.
Ningún aeropuerto español sufrió el caos de Barcelona y, por descontado, Madrid ni se enteró. Se dijo por parte de las autoridades españolas que el problema venía del refuerzo de la seguridad europea, cosa que era cierta pero no solo para el Prat. Ahora es una empresa de seguridad, Eulen, la que pone en jaque el normal funcionamiento del aeropuerto por problemas laborales. Tampoco parece que afectará a Barajas, que tiene otra empresa de seguridad, Prosegur, la que operaba también en el Prat hasta 2015, en el que Aena le adjudicó la seguridad a Eulen.
Huelgas de celo en las últimas semanas, huelgas en diferentes franjas horarias a partir del viernes y huelga total hacia mediados de mes. Este es el menú para el aeropuerto del Prat en las próximas semanas si Aena no revierte la situación que tiene con una de sus empresas proveedoras. He conocido de sobras en los últimos años cómo decide el Ministerio de Fomento el trato que debe tener el Prat, la dependencia de Aena aunque sea una empresa semipública y su relación con una empresa privada como Iberia. Es imposible que el aeropuerto de Barcelona juegue la liga de los grandes en igualdad de condiciones.
Al menos en dos ocasiones se han hecho tímidos esfuerzos desde Barcelona para romper esa perniciosa dinámica. La primera con la aprobación del Estatut d'autonomia de 2006, ese que aparece ahora como la madre de todos los problemas. El tema del Prat fue objeto de duras negociaciones, entre una primera posición inicial que daba a entender que el gobierno catalán tendría la última palabra en un consorcio a la cruda realidad: todo se seguiría decidiendo en Madrid.
La segunda vez fue el acto convocado en el Iese en 2007 por diversas entidades y personalidades en defensa de un salto cualitativo del Prat y la mejora de sus conexiones internacionales. Aquel empuje se disolvió como un azucarillo cuando el gobierno español puso en cintura a Foment del Treball, la Cambra, el Cercle d'Economia y el RACC. Solo estos últimos protestaron algo durante un tiempo pero nada más.
Hoy el Prat es un aeropuerto desbordado de tráfico y de rutas, siendo el que más crece de la península, pero con un mal endémico que es Aena. Ese es realmente el problema y lo demás son solo ejemplos para no querer abordar el verdadero problema. Quizás por eso, la alcaldesa Ada Colau ha optado por eludir un conflicto que hace un gran daño a Barcelona.