Andalucía, la comunidad autónoma que lidera las estadísticas de paro en España ―22,5% frente al 14,8% del conjunto del Estado― y cuenta con un desempleo juvenil estratosférico del 46% entre los menores de 25 años, aborda este domingo unas elecciones autonómicas que todo apunta que volverán a ganar los socialistas, los únicos que han salido victoriosos desde hace 40 años; con la sola excepción de las del 2012, aunque no le sirvieron al PP para hacerse con la Junta. Al parecer, no hay alternativa posible pese a estar en el furgón de cola de España y con una corrupción institucional como es el caso de los ERE que tiene a dos expresidentes en el banquillo y que es muy probable que acabe con uno de ellos, José Antonio Griñán, en la prisión. Oír a la presidenta de Andalucía, en el cierre de la campaña en Sevilla, afirmar con estas cifras que había cumplido el 100% de su programa electoral y, sin sonrojarse, agregar enseguida que se le había quedado pequeño, es casi un insulto a la inteligencia.
Pero ni el paro ni la corrupción han sido ejes centrales de una campaña que, en muchos momentos, ha mirado más a Catalunya que a Andalucía. El anticatalanismo como argumento central de una derecha que ha querido arrinconar a Susana Díaz por el apoyo de los independentistas a la investidura de Pedro Sánchez. Quién lo iba a decir, la presidenta atacada por un flanco que le ha dejado al descubierto el presidente del Gobierno español, su archienemigo declarado. Y eso que, cuando pudo, enarboló más que nadie la bandera del anticatalanismo.
Si damos por buena la victoria de Díaz, la intriga del domingo por la noche se reduce al pulso entre PP y Ciudadanos por el segundo lugar ―Casado contra Rivera, dos clones muy difíciles de diferenciar― y la entrada en la Cámara legislativa de Vox, la formación franquista y xenófoba a la que las encuestas le dan serias opciones de tener representación. Bien pensado, tampoco es tan extraño que el franquismo que está en otras instituciones del Estado también entre a cara descubierta en un parlamento autonómico.
De ser así, sería la primera vez que se produciría y el terremoto político en la derecha sería evidente. Almería será la primera referencia de la noche y la que indicará si la dispersión del voto que aglutinó Aznar alrededor suyo en el año 2000, en las elecciones generales, ha explosionado hasta hacerse del todo irreconocible.