Unas imprudentes declaraciones del ya exconseller d'Empresa i Coneixement, Jordi Baiget, en las que decía abiertamente que no le preocupaba ir a prisión por el referéndum del 1-O pero en cambio sí le inquietaba tener que responder con su patrimonio ante los envites del Estado español y en las que también cuestionaba cómo se adoptan algunas decisiones en el Govern han acabado con su carrera política en muy pocas horas. Carles Puigdemont ha sido drástico y enérgico -el concepto de justo o no, en este caso, no existe- y ha adoptado la mejor decisión. Se mire como se mire, la única posible, habida cuenta de que el Govern de la Generalitat ya está en la cuenta atrás para la convocatoria del referéndum y este martes mismo se celebran diferentes actos para dar a conocer aspectos relacionados con el mismo.
La decisión de Puigdemont tiene un factor añadido que no hay que considerar menor y es el mensaje que envía el president: solo pueden quedar en el Govern aquellos consellers que están dispuestos a seguirle hasta el final. Así de sencillo pero, al mismo tiempo, así de complicado antes los difíciles tiempos que vienen. La elección de su sustituto, Santi Vila, no es casual. El papel del dentro de unas fechas exconseller de Cultura -temporalmente compaginará los dos departamentos- tiene mucho que ver con su papel político en el PDeCAT en los tiempos venideros y en más de una ocasión ha dejado abierta la posibilidad de aspirar a ser candidato del partido de los presidents Puigdemont y Mas en unas elecciones catalanas. Es obvio que la plataforma pública de la conselleria d'Empresa i Coneixement es en muchos aspectos superior a la del departamento de Cultura, sobre todo en un momento de crecimiento económico.
La salida de Baiget es obvio que ha solventado un problema, pero solo Puigdemont sabe con absoluta certeza si ha solucionado el problema. El talón de Aquiles del Govern por lo que parece no es otro que, quizás, el hecho de que la incomodidad de Baiget la sienta algún otro miembro del Ejecutivo catalán. Si fuera así, ahora es el momento de hacer los cambios que sean necesarios en el Govern para que se acaben de una vez por todas los comentarios en círculos reducidos, los off the record y los juegos interesados a varias barajas. No es suficiente que la totalidad del Govern y el secretario del mismo firmen públicamente documentos de apoyo al referéndum, ni que en privado le trasladen uno a uno su lealtad. Es mucho más sencillo: el referéndum no tiene marcha atrás y el tren ha hecho una última e imprevista parada para que se baje aquel o aquella que no esté cómodo/a. Porque lealtad hoy se escribe con R de "referéndum".