Dice el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique, que no hay ningún problema con que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ponga "cajitas" sobre las mesas electorales el próximo 1 de octubre para que los ciudadanos puedan votar. Que los dirigentes de Podemos en Madrid se encuentran incómodos con el referéndum catalán es una obviedad. Que están perdiendo el tren del relato político también. Que, al final, Iglesias, Echenique, Garzón, Colau, Domènech, etc. pueden ser barridos como una fuerza realmente transformadora de la sociedad y quedar como una versión 2.0 que agrupe en España a la izquierda del PSOE y a Izquierda Unida y en Catalunya a una Iniciativa maquillada con el potente liderazgo de Colau, también. No es extraño que Albano Dante Fachin se haya olido la tostada e inteligentemente haya apostado por desplazar a Podem hacia el referéndum sin matices y encabezar desde la izquierda el voto del no. O que Joan Josep Nuet haya hecho lo propio. Como tampoco es extraño que los líderes estatales de Podemos y los comuns quieran que Fachin no tenga perfil propio ya que se lo pone más fácil.
Pero todo eso, que se puede llegar incluso a entender —que no a justificar— debe hacerse sin ofender. No es necesario que Echenique hable de cajitas, con este punto de desprecio que a veces se utiliza desde esta supuesta izquierda radical que disfruta con su soberbia intelectual. Son urnas, no son cajitas. Son votos, no son manifestantes. Es un referéndum, no es una protesta. Es defender la democracia, no es un acto contra el PP. Que los comuns tengan un problema y no sepan exactamente en qué lado se han de colocar ante la convocatoria del referéndum no quiere decir que deban llevarlo sobre sus espaldas todos aquellos ciudadanos que ya han expresado de una u otra manera que piensan ir a votar.
Estos que hoy hablan de cajitas, con una actitud despectiva, cuando se expresan así no son muy diferentes de aquellos que ante la reivindicación de selecciones catalanas manifestaban con una enorme sonrisa lo siguiente: "¿Para qué quieren selecciones los catalanes? ¿Para jugar a las canicas?" Miguel Ángel Rodríguez, portavoz del gobierno de Aznar, sabía que era una estupidez lo que decía, pero fuera de Catalunya se le aplaudía y se le jaleaba. El problema es que aquella izquierda que antes le reprochaba a MAR sus palabras hoy calla ante las cajitas de Echenique. Y su silencio es toda una declaración.