Justo el día en que se cumplen tres meses -¡tres!- del ingreso en prisión de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, en Soto del Real, y a pocas horas de que se inaugure la duodécima legislatura del Parlament de Catalunya los negros nubarrones que han presagiado reiteradamente los dirigentes unionistas que perdieron las elecciones el 21 de diciembre parecen haber desaparecido. La mayoría independentista que se sustenta en los 70 parlamentarios de Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP facilitará la elección del diputado republicano Roger Torrent como presidente del Parlament. Torrent, de 38 años, se define en su perfil de Twitter como "diputado del Parlament de la República catalana", toda una declaración de intenciones. Cabe pensar que los votos delegados de los tres parlamentarios en prisión -Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Joaquim Forn- serán aceptados por la Mesa de Edad y que respecto a los otros cinco parlamentarios exiliados en Bruselas su participación no será necesaria en este primer pleno ya que el teórico empate a 65 se decanta, en principio, a favor de los independentistas en todos los casos.
Si importante es el acuerdo para la presidencia del Parlament, que en buena lógica tiene que conducir a una mayoría absoluta en la Mesa, más relevante es el pacto alcanzado entre JuntsxCat y Esquerra para que Carles Puigdemont sea el candidato de los dos grupos parlamentarios en la primera sesión de investidura del nuevo president de la Generalitat que se convocará antes de final de mes. El medido compromiso hecho público señala que "en línea de la restitución de las instituciones, los dos grupos parlamentarios han acordado dar apoyo a la propuesta de candidato a la presidencia de la Generalitat de Carles Puigdemont". Es obvio, por tanto, que en las consultas que inicie el nuevo president del Parlament con los grupos políticos para conocer su opinión, las cartas ya están marcadas y Puigdemont será el escogido. Entre otras cosas, porque ni el president del Parlament ni la Mesa han de entrar en esta fase a discutir sobre cómo se producirá la intervención del candidato ya que nunca en sesiones de investidura anteriores ha habido un debate al respecto y oficialmente no pueden interpelarle sobre si acudirá físicamente o no. La cuestión se producirá, en todo caso, cuando se inicie el pleno de investidura.
Políticamente hablando, es evidente que Puigdemont se hace con el respaldo de Esquerra para sus planes, en una partida abierta que no permite prejuzgar el resultado final. En este pulso se van a confrontar por un lado la legitimidad de la historia y el resultado electoral del 21-D y por otro los trabados mecanismos político-jurídicos del gobierno español con el TC y la justicia a punto para impedirlo, si hacemos caso a los pronunciamientos habidos hasta la fecha.
En cualquier caso, este embate se juega en varios planos diferentes. También en el de ser por un lado más pillo que el adversario y, por otro, un político escurridizo capaz de sacar al gobierno español de sus casillas con una aparente tozudez a la que no están acostumbrados. Ya que nadie, absolutamente nadie, había aguantado un pulso de esta naturaleza.