Pedro Sánchez ya tiene manos libres de la organización del PSOE para negociar con Carles Puigdemont. El aval de todos los secretarios provinciales del PSOE y del PSC este domingo, sin cortapisa alguna, al presidente del Gobierno en funciones para que avance y forme un nuevo Ejecutivo progresista es, de facto, la luz verde del aparato —también una derrota de Emiliano García-Page, el barón díscolo, porque allí estaban los cinco secretarios provinciales de Castilla-La Mancha—. Y se produce horas antes del inicio de la semana en que Felipe VI abrirá este lunes la segunda ronda de contactos, después de que al primer candidato al que encargó la investidura, Alberto Núñez Feijóo, fracasara la semana pasada.

El martes por la tarde, si se mantienen los pronósticos y Pedro Sánchez no pide más tiempo al monarca, Felipe VI debería encargarle que se someta a la investidura del Congreso de los Diputados, con lo que el reloj de la candidatura del líder socialista se pondría oficialmente en marcha. La foto de los secretarios provinciales pretende dar imagen de unidad socialista y también arropar a Sánchez tras las críticas de Felipe, Guerra y tantos otros. También firma el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, bastión del inquilino de la Moncloa y llamado a jugar un papel en la interlocución con los partidos independentistas, al menos con Junts.

Empieza así una semana en que deberían visualizarse síntomas o alguna cosa más de las conversaciones, discretas, mantenidas hasta la fecha y de manera muy prioritaria respecto a las dos cuestiones previas para la negociación de la investidura remarcadas por Carles Puigdemont en su conferencia del 5 de septiembre en Bruselas: la proposición de ley de amnistía y el verificador internacional de los acuerdos que se vayan alcanzando. Porque si una cosa ha quedado meridianamente clara en las conversaciones que se han mantenido, es que no va a haber cheques en blanco, aunque la espada de Damocles de la repetición electoral esté permanentemente encima de la mesa.

Si Pedro Sánchez recibió el apoyo expreso de los suyos, el independentismo aprovechó el sexto aniversario del referéndum del 1 de octubre para reivindicar su legitimidad y trascendencia. Las palabras del president Puigdemont en el acto celebrado en la plaza Catalunya, cargando contra los que están dispuestos a malvender los puntos cardinales del 1-O para buscar lo que definió como salidas personales, no hacen sino reflejar la tensión entre las dos estrategias independentistas y las diferencias entre Junts y ERC, como se visualiza a diario por más que la semana pasada fueran capaces de ponerse de acuerdo en dos resoluciones en el Parlament de Catalunya.

El ejemplo más claro de los caminos divergentes de ERC y de Junts en sus conversaciones con el PSOE es que no solo no interlocutan coordinadamente, sino que el uno no sabe lo que hace el otro, y que la escasa información que se intercambian, además, dista mucho de acercarse a la verdad.