No hace mucho tiempo, los empresarios del Puente Aéreo eran renuentes a sentar a su mesa a José María Aznar. Eran tiempos en que quien mandaba en la derecha era Mariano Rajoy y Aznar estaba en el museo de las figuras desdibujadas políticamente y sin peso real. Todo eso cambió, en parte, con la moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa y con la derrota socialista en Andalucía, preludio, quién sabe, de un gobierno de los trillizos ―Casado (PP), Rivera (Cs) y Abascal (Vox)― en España. A finales de octubre, el Puente Aéreo recibió en la sede de Atresmedia (Antena 3 y La Sexta) a Pablo Casado y este martes a José María Aznar ―excepcionalmente en un hotel y no en la sede de alguno de los patronos de la plataforma―. El expresidente no tuvo ni que insistir para exponer entre plato y plato su visión sobre España y cómo piensa deconstruir la autonomía catalana. Es su obsesión política desde que abandonó el poder y personal desde que las circunstancias le obligaron a pactar con el nacionalismo catalán y con Jordi Pujol en 1996 para llegar a la Moncloa.
El método Aznar es aparentemente sencillo: más pronto que tarde habrá en España un gobierno de la derecha extrema que deberá poner punto final al momento que se vive en Catalunya. Deberá hacerlo con contundencia, no cometiendo los errores de Rajoy y prescindiendo de la situación que intenten provocar los independentistas. Aunque su punto de partida es aparentemente restablecer la Constitución, es justamente todo lo contrario: acabar con ella. Desde la recuperación de competencias sensibles ―lengua, educación, prisiones o Mossos― hasta el mantenimiento de la suspensión de la autonomía por un periodo de tiempo largo y el nombramiento de un gobierno designado desde Madrid.
Aznar habla para que no se le replique y no se le lleve la contraria. La crónica de Jordi Barbeta explicando el almuerzo es excelente. Parece que haya estado allí de la manera que se lo han explicado sus fuentes. Que el independentismo continúe a la greña no es una noticia alentadora. Tendrá que hacer frente, si se produce el resultado que hoy ofrecen las encuestas, a esta avalancha casi predemocrática. El juicio del 1 de octubre a los presos políticos que se iniciará en breve en el Tribunal Supremo está en una longitud de onda no muy diferente: "Escarmiento a los golpistas". Casi lo dicen igual Aznar y los magistrados.