La nueva suspensión de la entrada en prisión de los ultras que asaltaron la librería Blanquerna de Madrid mientras se celebraba la Diada Nacional de Catalunya en 2013, que han sido juzgados y condenados, supone una burla y un ejemplo más de que la justicia no es igual para todos. Que a estas alturas ninguno de los condenados haya pasado ni una noche en prisión es un escarnio permanente para todos aquellos que sí que han padecido una actuación estricta —también exagerada— por el simple hecho de ser independentistas. Que hay dos varas de medir, es evidente. Pero cuando esto se lleva a los extremos de los ultras que propiciaron aquel asalto y las estructuras del estado español y los medios de comunicación del régimen lo aceptan sin darle importancia, como una cosa natural, se entra en otra fase que tiene poco o nada que ver con la justicia.
La nueva y sorprendente paralización de la sentencia tiene que ver con que es firme desde el pasado mes de julio. La ha llevado a cabo la Audiencia Provincial de Madrid a la espera de cómo se resuelven los recursos de amparo al Tribunal Constitucional y las peticiones de indulto tramitadas a través del Tribunal Supremo. Desconozco el tiempo que llevará todo ello —ni el Supremo ni el Constitucional pasan por ser los más rápidos del mundo cuando no les interesa— pero si sé, en cambio, el tiempo que llevan en prisión los líderes independentistas catalanes con una condena exageradamente injusta y las revocaciones del tercer grado que se realizan cada vez que se les concede por parte de las juntas de tratamiento de las prisiones de Lledoners, Puig de les Basses y Wad-Ras y, todo ello, con las explicaciones más peregrinas posibles.
De los catorce condenados, uno ya estaba en orden de búsqueda y captura y, por lo que parece, otro más ha aprovechado también para huir. No son motivos suficientes para ordenar el inmediato ingreso en prisión del resto del grupo para la Audiencia. Y es muy fácil recordar casos en los que justamente se alegó lo contrario para evitar que los acusados huyeran. ¿Les suena? Otro más de los que deberían haber ingresado este jueves en prisión encabeza la lista de Falange en las elecciones de la Comunidad de Madrid y un cuarto le acompaña en la lista electoral. Y ante todo ello, un silencio atronador de la clase política española, de los intelectuales y de los medios de comunicación.
No es el único caso de la deriva que están tomando algunas cosas en España. Ejemplos como el de los disturbios de Vallecas por el mitin de Vox que se saldó con casi una cuarentena de heridos o las agresiones ultras del pasado 9 de octubre en Valencia empiezan a ser cada vez menos excepcionales. Muchas veces, ante la pasividad o la indiferencia policial y la sorprendente posición de la justicia. No hace falta esperar a que el problema sea irresoluble para reconducirlo. Ni es bueno mirar permanentemente hacia otro lado ya que, en el fondo, lo que se deteriora son los parámetros democráticos de una sociedad que poco o nada puede hacer si el poder político permanece insensible.