Es muy probable que si ahora se hiciera una encuesta de conocimiento de los ministros de Pedro Sánchez, el titular de Exteriores, Josep Borrell, apareciera muy destacado en primera posición. Debe ser también el primer ministro cuya dimisión coinciden en pedir Podemos y Ciudadanos después de que se haya publicado en el BOE la multa de 30.000 euros que le ha impuesto la Comisión Nacional del Mercado de Valores por el escándalo del uso de información privilegiada en la venta de acciones de la compañía Abengoa, de cuyo consejo de administración formaba parte. Para la CNMV, la sanción está en la escala de infracciones graves, pero ahí sigue, tan campante, en el ejecutivo español. Él, sin dimitir y el presidente del Gobierno sin cesarlo, como si nada fuera a hacer mella en su estructurada campaña electoral de unas dosis de restos de Franco, otro poco de pelea con los banqueros de las hipotecas, unos presupuestos que nunca contó presentar pero que tenían muchas promesas de fácil vender y una mano tendida, en la que por cierto no hay nunca nada, a los independentistas catalanes.
Pero Borrell es de aquellos políticos a la vieja usanza: quien da primero da dos veces; y si no quieres que un problema sea noticia, provoca un incendio aún más grande hasta que eclipse el escándalo real. Y eso ha hecho. Se ha ido a la Universidad Complutense de Madrid a declarar que a diferencia de lo que sucede en varios países europeos con tendencias centrífugas, en Estados Unidos no hay problemas de integración porque "lo único que hicieron fue matar a cuatro indios". No se puede ser más ignorante, demagogo y más despreciativo porque lo que allí hubo fue un verdadero genocidio con millones de muertos y sería mejor no hacer bromas sobre el particular. Las cancillerías ya tienen tema de comentario después de la discutida gestión de Borrell en el tema del Peñón de Gibraltar y la soberanía del Reino Unido.
Lamento no ser original ya que lo dije el mismo día que fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores: Borrell no está para ocupar un cargo tan importante como este después de los incidentes conocidos en relación con las últimas responsabilidades que ha desarrollado y por sus declaraciones públicas de unos años a esta parte, incluida la reciente mentira sobre el escupitajo tras el incidente con el diputado Rufián. Iba a hacer bueno a otro lenguaraz como José Manuel García-Margallo y lo ha hecho. Obviamente, sus 71 años no son un impedimento pero sí lo es el hecho de que haya tenido que dejar por situaciones turbias cargos y puestos importantes en su carrera y por su aproximación a Societat Civil Catalana, organización en la que milita con un entusiasmo que no tiene en el actual PSOE.