El ministro Borrell es un político que suele tirar por la calle de en medio y que es ideal cuando lo que se quiere es expresar malestar con el adversario. De verbo fácil y de posiciones contundentes, es ministro gracias al apoyo de los partidos independentistas que propiciaron la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. Y eso lo lleva mal, muy mal. Sería más cómodo para él ser ministro con los votos del PP o Ciudadanos, pero resulta que los parlamentarios de estas dos fuerzas políticas están en la oposición a Sánchez. Este lunes, Borrell, el jacobino Borrell, ha protagonizado un gesto de una hostilidad exacerbada con el president de la Generalitat, Quim Torra, no invitándolo al tercer fórum regional de la Unió pel Mediterrani (UpM) que se ha celebrado en Barcelona y que reúne a representantes de 43 países de ambos lados del Mediterráneo.
Más allá de la mala educación del ministro Borrell, el gesto es inadecuado desde el punto de vista del más mínimo respeto institucional a la figura del president de la Generalitat. Torra es la primera institución de Catalunya, es el representante ordinario del Estado tanto según la Constitución como el Estatut y la sede de la UpM está en el Palau de Pedralbes, que es de titularidad de la Generalitat. Incluso en enero de 2017, en el segundo simpósium, el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, del Partido Popular, facilitó al president de la Generalitat que se dirigiera a los asistentes, aunque las relaciones entre ambos gobiernos ya eran muy difíciles por el compromiso de Carles Puigdemont de celebrar el referéndum del 1 de octubre. Pese a todo, Puigdemont pudo intervenir ante los presentes y hablar de Catalunya como país de acogida y de la inmigración.
Borrell alegó como motivos para impedir que el president Torra hablara que no podía "chantajear" al gobierno español con el anuncio de la retirada del apoyo parlamentario en noviembre si no hay gestos para un referéndum acordado, que no podía ir diciendo que el Estado español es su enemigo y que es "el cabecilla de los agitadores del CDR". Está visto que la crítica a Borrell no le gusta y la educación no vale ni con los que le han regalado el cargo que ostenta. Hoy en día hay mecanismos para que Quim Torra haga llegar el discurso que le han prohibido dar a los asistentes y estoy seguro que así lo hará. Pero el tema es de mucha más enjundia que este mensaje no leído y no sé, incluso, si el Govern es consciente de ello. Aceptar sin una protesta oficial y una respuesta adecuada un desaire de esta naturaleza es no entender exactamente por qué se ocupan unos determinados cargos. Y la historia que hay detrás de cada uno de ellos. Porque, cuando se ocupa un cargo, la ofensa nunca es individual, es colectiva.