Aunque es obvio que la democracia, como casi todas las cosas, se demuestra andando, muchas veces vale la pena mirar a países de nuestro entorno, en este caso Canadá, para ver las abismales diferencias que hay con España. No necesita ir diciendo que es una democracia plena y consolidada, sino simplemente comportarse como una democracia. Tiene suficiente con ello y así es vista en la comunidad internacional. Mientras, España necesita tener un organismo propio como España Global para contrarrestar publicitariamente todos los desmanes que se realizan y que afecta a la pérdida de libertades, la represión al independentismo catalán y el hecho de ser una democracia con presos políticos y exiliados.
El Tribunal de Apelación de Quebec acaba de validar la ley 99, aprobada el año 2000 por la Asamblea Nacional de dicho territorio y que hace referencia a la autodeterminación. Entre otros puntos, la ley permite la independencia del Quebec si el 50% más uno de los votos del pueblo quebequés dan apoyo a esta opción en referéndum. Trece años ha durado el debate judicial antes de llegarse al desenlace final y que previamente ha necesitado de otro pronunciamiento idéntico en 2018 de la Corte Suprema de Quebec.
Aunque oiremos a partir de ahora la misma música de siempre y la posición unionista no variará a la hora de insistir en que España no es Canadá, de la misma manera que cuando el referéndum de Escocia se puntualizaba que el Reino Unido tampoco era España, lo cierto es que se va cerrando el círculo de países que la única respuesta a un referéndum de independencia es el no por sistema y el negarse a negociar o a dialogar. Por descontado que no existen países en nuestro entorno en que la respuesta sea la represión indiscriminada de los ciudadanos y el uso de la violencia, como sucedió el 1 de octubre de 2017.
La decisión de Canadá lo que sí tendría que dar es fuerza, seguridad y argumentos a los que defienden que sean las urnas las que faciliten una respuesta de la ciudadanía al deseo de independencia. El hecho de que casi el 52% de los catalanes que acudieron a las urnas el pasado 14 de febrero apoyaran, por primera vez, formaciones independentistas no es un hecho menor y liquidarlo como si fuera una cosa intrascendente es un error. Nada es fácil, ciertamente. Pero trece años después, Quebec tiene lo que la ciudadanía quería y cualquier pueblo tiene derecho: escoger libremente su estatus legal.