La histórica decisión de un jurado de Manhattan condenando, en la madrugada del viernes, a Donald Trump por 34 cargos de falsificación de documentos para ocultar un pago a una exactriz porno, a cambio de su silencio sobre una presunta relación extramarital que mantuvieron, le ha convertido en el primer inquilino de la Casa Blanca condenado por delito grave. El juicio penal contra el expresidente norteamericano es tan solo el inicio del calvario judicial que tiene por delante, con acusaciones mucho más graves. Sin embargo, nada hace pensar que sus opciones de reelección en los comicios que tendrán lugar el martes 5 de noviembre de 2024 para decidir si Joe Biden continúa cuatro años más o Trump regresa a la mansión presidencial que ocupó entre 2016 y 2020, se puedan reducir por esta condena y que el desencadenante judicial acabe siendo determinante en los próximos meses. De hecho, su equipo de campaña para retornar a la Casa Blanca informó este viernes que había recaudado 34,8 millones de dólares en pequeñas donaciones —casi el doble que en su mejor día en la plataforma WinRed— después de la condena del tribunal penal.

El expresidente parece tener suficiente con propagar a los cuatro vientos que lo que ha sucedido en Nueva York ha sido un juicio amañado y que el verdadero veredicto real será el de la gente en la votación de noviembre para conseguir que sus simpatizantes se sientan tranquilos. Como si realmente hubiera una caza de brujas contra Trump en vez de un delito. Habrá ahora que esperar hasta el martes 11 de julio a las 10 de la mañana para conocer cuál es la sentencia del juez Juan Merchán. Aunque las informaciones que llegan hablan de que los 77 años de Trump y la ausencia de antecedentes penales jugarán a su favor en una sentencia que puede implicar desde una multa, la libertad condicional o incluso una pena de prisión, ya que cada uno de los 34 cargos podría conllevar una pena máxima de privación de libertad de cuatro años.

No parece probable que se llegue a dar el caso de que Trump sea apartado de la carrera presidencial

El equipo legal de Trump acabará apelando el veredicto y aquí se abre otro proceso que durará, depende de cómo, algunos años. Por lo tanto, todo se mueve en un terreno en que cualquier vaticinio a futuro tiene muchas ramificaciones y la más importante es que no parece probable que se llegue a dar el caso de que sea apartado de la carrera presidencial como candidato por un tema judicial y menos que, si ganara, fuera apartado de la Casa Blanca. En este escenario, solo sería fácil seguir con las condenas si perdiera en noviembre. De ahí, que Trump haya puesto toda la carne en el asador, empezando por su regreso a la política y aplastar literalmente el Partido Republicano para impedir que ninguna alternativa llegara a salir de puerto y tuviera opciones de disputarle la nominación en la convención que tendrá lugar entre el 15 y el 18 de julio próximo en Milwaukee.

Mientras Trump parece reírse de sus problemas encaramado a un discurso populista en el que tan pronto habla de estafa como de persecución o de la mafia de Washington, Biden sigue manteniéndose por detrás en las encuestas. De hecho, los analistas no ven un revulsivo que le haga crecer en los sondeos, ya que la movilización del electorado demócrata tiene dos fugas significativas. El sector más joven y universitario, descontento con la posición marcadamente proisraelí en el conflicto en Oriente Medio y un retroceso en las minorías que tradicionalmente suelen ser un nicho demócrata y que no se sienten especialmente concernidas por las elecciones de noviembre. Quizás, la nominación demócrata que se celebrará entre el 19 y el 22 de agosto en Chicago le aporte la energía que necesita y sin la cual su horizonte no parece fácil.