Compromiso en la construcción de nueva vivienda pública, apuesta decidida para mejorar la seguridad, confianza en que la financiación singular para Catalunya podrá salir adelante y que Pedro Sánchez remará en la misma dirección y un nada disimulado degradé nacional en el discurso son los elementos más remarcables de la intervención de Salvador Illa en su primer discurso de política general como president de la Generalitat. El discurso de Illa fue más bien una conferencia de la Catalunya que aspira a construir y que está basado en la ocupación del centroizquierda político con guiños permanentes al votante matizadamente catalanista y que se considera de centro, aunque más bien es de centroderecha. Una parte del llamado voto convergente que todo el mundo persigue y que hoy se encuentra en una diáspora de formaciones políticas, fundamentalmente en Junts —aunque, obviamente, ni mucho menos todo—, e incluso en casa lamiéndose las heridas.

Su propuesta más atractiva fue, sin duda, la de llevar a cabo la construcción de 50.000 viviendas públicas hasta 2030 con una inversión de 1.100 millones anuales. Para ello ha anunciado que todo el suelo disponible de la Generalitat pasará a formar parte de este plan; que la primera convocatoria se hará en febrero de 2025 para colectivos con necesidades y que se adoptarán medidas para recortar el plazo de la ejecución de las obras, como, por ejemplo, que se reducirá el 50% el tiempo de entrega de llaves, que ahora está en 100 meses y pasará a ser de 50 meses. Para llevar a cabo el plan, cuenta con alcanzar acuerdos con las empresas del sector para que haya una mayor colaboración publicoprivada. Todo ello se complementa con financiaciones blandas a través del Institut Català de Finances a todas las promociones, tanto las que lleven a cabo la iniciativa pública como la privada, que podrán disponer además de un fondo de 500 millones de euros anuales. Además, se creará un fondo de emancipación, dotado con otros 500 millones, para financiar el 20% de gastos de compra de vivienda para jóvenes menores de 35 años.

Illa dejó clara cuál es la teoría de su receta como president: buen gobierno, huir de las polémicas que muchas veces protagonizarán incluso sus propios compañeros de partido en España y remontar los temas enquistados estos últimos años, de los que la ampliación del aeropuerto, las inversiones para rebajar el problema de la sequía o la reformulación del sistema de salud son solo tres ejemplos. Tiene a su favor dos cosas: un gobierno monocolor del PSC, que hace que el ejecutivo tenga una cohesión ideológica de la que carecieron los dos tripartitos de 2003 con Pasqual Maragall y 2006 con José Montilla, además de un mando único remando en una única dirección; y una cierta incomparecencia pública —al menos hasta la fecha— en los debates claves que tiene el país de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana. Citaré dos muy candentes y que Junts, como principal partido de la oposición, tendría que abordar con las ideas más claras: educación e inmigración.

Illa tiene a su favor un gobierno monocolor del PSC y una cierta incomparecencia de Junts y ERC en debates clave del país

Ambos partidos, que atraviesan situaciones internas muy diferentes, sí que comparten al menos una cosa, que además es muy negativa: que sus líderes no están hoy por hoy en el Parlament, que acaba siendo, lógicamente, la cámara de resonancia de la actividad política. Así, la justicia impide a Carles Puigdemont recoger su acta de diputado al insubordinarse y negarle la aplicación de la ley de amnistía aprobada por el Congreso de los Diputados y a la que los magistrados del Tribunal Supremo han pegado una patada hacia adelante, que no permite establecer una fecha orientativa de solución de la anormalidad existente. En el caso de ERC, la situación es aún mucho peor, ya que si se analizan las cuatro candidaturas que se presentan al congreso del 30 de noviembre, ninguno de los ocho nombres que optarán a los cargos de presidente del partido o secretario general son diputados. Esta anomalía democrática distorsiona el debate político —en beneficio de Illa y en perjuicio de Junts y ERC—, ya que el liderazgo no es tan solo una tarjeta de presentación.

Un último apunte: en la intervención de Illa no podía faltar, porque es el ADN del actual PSC, su apelación a dejar atrás lo que califica siempre como confrontación estéril, y su permanente coletilla de saber aprovechar las oportunidades de colaboración con el gobierno de España. Su contundente frase de que "si miramos nuestra historia reciente, Catalunya ha avanzado más cuando ha compartido esperanzas con España" tiene, en el 2024, tantas fugas de agua que, si fuera una barca alejada de la playa, difícilmente llegaría a la orilla.