Después de prácticamente dos años sin llevar a cabo movimiento judicial alguno, la nueva titular del juzgado de instrucción número 1 de Barcelona, la magistrada Alejandra Gil, ha prorrogado seis meses más, hasta el 1 de septiembre de 2025, la investigación sobre los 7,6 millones de euros pagados del Barça al exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA) José María Enríquez Negreira y a su hijo, Javier, entre los años 2011 y 2018. Lo ha hecho, aparentemente fuera de plazo —la comunicación ha sido este miércoles 12 de marzo—, cuando el margen temporal establecido para comunicar la prórroga vencía el 1 de marzo. Sin embargo, la firma de la prórroga es, sospechosamente, del 26 de febrero pasado. Es razonable pensar que, alguno o todos los citados a declarar como investigados, los expresidentes del Barça Josep Maria Bartomeu, el 17 de junio; y Sandro Rosell, el 30 de junio, junto con el resto de llamados a declarar en la misma condición procesal, los exdirectivos del FC Barcelona Òscar Grau y Albert Soler, además de Javier Enríquez, recurrirán por una comunicación fuera de plazo.
La construcción mediática del caso Negreira de la mano del polémico juez Joaquín Aguirre, ahora jubilado, ha tenido por objeto ensuciar la imagen de la entidad azulgrana y a partir de unos hechos probados y aceptados por el Barça de pagos por 7,6 millones de euros por informes sobre la manera de ejercer la labor arbitral de los colegiados que le correspondían en las diferentes competiciones. Sorprende que en junio de 2024 se procediera a la imputación y nunca hayan sido citados a declarar hasta ahora. En estos casi dos años de instrucción, la Guardia Civil no ha podido demostrar que los pagos, admitidos por el Barça, fueran para sobornar a árbitros e influir en partidos. Por tanto, no hay causa y la acusación de los delitos de corrupción en los negocios, de administración desleal y de falsedad en documento mercantil no ha sido ni documentada, ni probada. Otra cosa es que haya resultado de interés para la justicia española mantenerla abierta, ya que no hay nada más goloso que tener en la diana un símbolo por excelencia de Catalunya como el Barça.
La construcción mediática del caso Negreira, de la mano del juez Aguirre, ha tenido por objeto ensuciar la imagen del Barça
Los precedentes no juegan a favor de la magistrada Alejandra Gil porque la prórroga se tenía que haber acordado antes del 1 de marzo, si no, sería nula y podría hacer cerrar toda la investigación. Tenemos el caso Tsunami, contra el president en el exilio, Carles Puigdemont, la exsecretaria general de ERC, Marta Rovira, y otros independentistas catalanes. El juez de la Audiencia Nacional, ahora también jubilado, Manuel García-Castellón, no tuvo más remedio que envainársela y archivar el procedimiento contra los independentistas catalanes porque prorrogó un día tarde la investigación, y porque no podía enviarlos a juicio porque nunca habían declarado como imputados. Además de Sandro Rosell (presidente del Barça de 2010 a 2014) y Josep Maria Bartomeu (presidente del club de 2014 a 2020), el juez Aguirre trató también de imputar al actual presidente del Barça, Joan Laporta, por los pagos de su primer mandato (entre 2003 y 2010), al acusarlos a todos ellos del delito de soborno, más grave y contando atrás la prescripción. Como en otras causas al final de su carrera, la Audiencia de Barcelona tumbó de manera inmisericorde toda la persecución de Aguirre.
Aunque la causa judicialmente hablando duerme en el más absoluto de los limbos y hay una coincidencia generalizada de que su recorrido es nulo, durante estos años ha tenido dos efectos: intentar desestabilizar la entidad blaugrana a través de una convergencia de intereses en la que los medios de Madrid han desempeñado a la perfección su función y airear el caso cada vez que ha sido necesario. ¡Oh casualidad! Cuando el balón entraba y el Barça tenía el viento a favor —o sea, los resultados—, el caso Negreira acostumbraba a tener un interés informativo ciertamente inusitado. No había noticia alguna, pero sí rumores, inventiva de grandes dimensiones y una tertulia tras otra en la que se hablaba del soborno blaugrana a los árbitros. Esto ha sido una constante y no ha necesitado de base judicial sólida para mantenerse viva informativamente. Aguirre, en este aspecto, ha ayudado mucho, aunque el tiempo ha ido demostrando que el humo informativo que originaban sus causas, en muchos casos, eran sobre todo un espejismo. Y este es una fantasía más.