El Colegio de Registradores de España acaba de hacer públicos los datos del mes de marzo sobre la creación de nuevas empresas en el Estado español, y Catalunya aparece en primer lugar del ranking, con 2.162 nuevas sociedades. En segundo lugar, aparece Madrid y detrás Andalucía y el País Valencià. Estas estadísticas van acompañadas de otras en sentido completamente contrario y que hacen referencia al cierre de empresas. Aquí la tendencia se invierte y es en Madrid donde se disolvieron más sociedades. Estas cifras se suman al optimismo de nuevos datos ofrecidos por la economía catalana en lo que respecta a la apertura de nuevos centros, como el de Amazon en Martorelles o el importante aumento de tráfico en el Port de Barcelona.
En unos momentos en que la crisis persiste en muchas familias, pero las cifras macroeconómicas empiezan a mejorar sustancialmente, es muy importante que Catalunya se mantenga en el liderazgo de los principales indicadores y retenga la capacidad de ser el motor del sur de Europa. Es importante, sobre todo, porque al final la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía solo puede venir de la mejora de la economía y de no perder el tren del crecimiento. Pero también es importante para desmontar, uno a uno, todos los argumentos a propósito de la influencia que está teniendo el proceso independentista que vive Catalunya en su economía. El Gobierno español se ha dedicado especialmente a tejer un discurso en esta dirección, que las diferentes cifras que se van conociendo tienden a desmentir.
Ante los meses que vendrán, es muy importante tener este flanco cubierto. Y que la batalla política se pueda jugar en el terreno que le corresponde, y que no es otro que el de la política. Ya es una lástima que el debate se haya convertido más en judicial que en político por deseo expreso del Gobierno español, incapaz de abrir ninguna puerta a la celebración del referéndum. Y de leer las diferentes encuestas que siguen remarcando, de una manera muy significativa, la muy amplia mayoría a favor del referéndum, que no debe de ser inferior a las tres cuartas partes del electorado catalán. Y también, que el sí a la independencia está por delante del no. Pasan los años y nada cambia: los catalanes quieren votar, el independentismo va por delante y la tercera vía no existe. Pero claro, se puede explicar de otra manera; el problema es que nadie se lo cree. Por más que diga que sí.