Por más que el exvicepresidente Pablo Iglesias dejó su cargo para ser el candidato de Podemos a la presidencia de la Comunidad e intentar ser el alfil que tumbara a la presidenta Isabel Díaz Ayuso, no se puede negar que la campaña ha sido exclusivamente un duelo entre la nueva lideresa de los conservadores, si este martes al cierre de los colegios electorales se sale con la suya, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La batalla entre Ayuso y Sánchez, depende de cómo se resuelva, pasará de local a española y puede empezar a ser el inicio del calvario del inquilino de la Moncloa, una vez ha dejado por el camino tantos cadáveres desde aquella ilusionante moción de censura a Mariano Rajoy que hoy sus incumplimientos parlamentarios se cuentan por grupos políticos que hay en el Congreso de los Diputados. Todo lo ha fiado a los fondos europeos y a la seguridad de que el maná de Bruselas será una lluvia de votos.
Sea cual sea el resultado final de este martes, no está en discusión que la victoria de la candidata del PP será aplastante y que doblará a su segundo competidor que, seguramente, será el PSOE. Habrá que estar atentos a conocer si, como pronostican todas las encuestas independientes que se han realizado, PP y Vox tienen mayoría absoluta. Evitar las dos cosas ha sido el cuerpo a cuerpo que ha buscado durante toda la campaña Pedro Sánchez, que se las prometía muy felices con un sparring en el Congreso como Pablo Casado, y de golpe puede suceder que la derecha haya dado con una candidata capaz de aglutinarlas a todas y de rascar en el electorado de Vox. Una operación como la de Aznar pero treinta años después.
De la noche electoral solo saldrán dos titulares: gana Ayuso, pierde Sánchez o gana Sánchez, pierde Ayuso. Menos interrogantes tiene el titular de Pablo Iglesias, que se enfrenta a un eclipse quizás definitivo de su carrera política. Abandonar el recinto de la Moncloa y el cargo de vicepresidente para levantar la campaña de tu partido y quedar como la última fuerza parlamentaria es un resultado más bien pobre. Iglesias parece, sin embargo, preparado para esta eventualidad y ya se ha venido especulando con su salida de la primera línea. Que, además, la candidata de su rival y excompañero Íñigo Errejón con Más Madrid obtenga un resultado para su partido de muchos más diputados, no deja de ser una digestión amarga.
Aunque la opción más probable a la vista de las encuestas, que Ayuso necesite a Vox para gobernar, no va a ser un problema. La derecha madrileña ha asumido este coste y no va a haber grandes protestas internas. Planteadas como están las cosas, habrá más alegría por la desaparición de Ciudadanos que por tener que ponerse de acuerdo con la ultraderecha. Madrid es así.
Quien tendrá que tener un ojo pendiente de las elecciones de Madrid son los partidos independentistas catalanes. La política son vasos comunicantes y si hasta la fecha el presidente del Gobierno ha levitado sobre una mayoría parlamentaria que le salía bastante barata a la hora de alcanzar acuerdos, el precio subirá en la proporción que su fracaso sea más grande. Confiar en Sánchez es un ejercicio casi inútil, pero a lo mejor esta vez tiene que replegarse y empezar a hacer lo que siempre ha dicho que haría y nunca ha hecho. Mi escepticismo con Sánchez es casi ilimitado, pero si llega a estar realmente contra las cuerdas, veremos qué se inventará. Pero para eso hace falta esperar al martes por la noche.