Si hay un partido en Catalunya que camina a una alta velocidad de crucero hacia la desaparición es Ciudadanos. Cuando no hay una serie de bajas de militantes o de dirigentes, hay una purga de cuadros importantes al ser considerados díscolos. Acaba de suceder en las ciudades de Lleida y Girona, donde a los portavoces de los naranjas en los respectivos ayuntamientos se les ha abierto expedientes de expulsión por sus posiciones críticas.
La convulsión de Ciudadanos está escrita desde las elecciones generales de noviembre de 2019, cuando Cs se quedó solo con diez escaños después de haber acariciado tan solo unos pocos años antes el sorpasso al PP. En febrero de este año, en las elecciones catalanas, vio como de ser el grupo mayoritario de la Cámara pasaba de 36 a 6 escaños y, en mayo, en las elecciones en la Comunidad de Madrid, de 26 a cero diputados. Y ahí enfiló irremediablemente en el camino de la volatilización. Albert Rivera dejó el barco tras el derrumbe de las españolas e Inés Arrimadas se agarra desde entonces desesperadamente al mástil de una nave condenada a acabar en el fondo del océano.
Ciudadanos fue fruto de un instante y de la rabia concentrada del establishment español y de una parte del catalán contra la lengua propia. Siempre ha existido en las clases elitistas la moda de atacar el catalán y Ciudadanos fue la organización política utilizada para ello. Los medios de comunicación de Madrid salieron rápidamente en su ayuda, los escritos y las televisiones, sobre todo este conglomerado que se llama Atresmedia y está pilotado por catalanes, ya que responde a una dirección en manos del Grupo Planeta.
Ahora, han pasado de gozar de ese aval mediático y empresarial permanente a ser un obstáculo e incluso un problema. Para hacer este trabajo ya está Vox, que es incluso más exagerada en las formas. Y si no, el PP. Sobre todo el de la desacomplejada Ayuso, que tiene una fijación con Catalunya. Pablo Casado está por ahí, perdido, tratando de no quedarse sin sillón. La apuesta de lo que quería ser, decía, centrista, y parecerse a la de Feijóo, también se ha evaporado y entra sin recato en temas lingüísticos como este fin de semana en Baleares diciendo verdaderas tonterías. Ni aún así tiene seguro que Ayuso no lo acabe arrasando, ya que el resultado del PP en España estará muy condicionado a que sea capaz de comerse una parte del electorado de Vox.
De Ciudadanos ya no tendrá que preocuparse, porque ellos solos se han extinguido. Y, en Catalunya, nadie llorará su ausencia.