Se debe poder decir ya abiertamente: Ciudadanos está en una crisis tan profunda que no habría que descartar que acabara como UPyD, la formación de Rosa Díez que se diluyó como un azucarillo. Porque, sinceramente, oír a Valls, Roldán o Nart decir que abandonan la formación naranja por su giro a la derecha no es creíble. Igual que cuando Macron dijo sentirse preocupado por los acuerdos con Vox. ¿Pero qué se creían que era Ciudadanos sino una formación de la derecha, derecha, con tics falangistas? Y su líder, Albert Rivera, ¿cuándo ha dado muestras de una mínima centralidad política? ¿Acaso su negativa a condenar el franquismo en el Senado el pasado mes de noviembre no es suficiente?
Si el Madrid político, mediático, financiero y empresarial no hubiera estado tan ciego disfrutando de las andanadas de Rivera a los independentistas en Catalunya, se hubiera dado cuenta de que todo era humo y que la única política que ha practicado Ciudadanos hasta la fecha ha sido la que tiene que ver con la destrucción de la convivencia, la creación de un clima de crispación política y la enmienda permanente de la España autonómica. Eso es Ciudadanos y no se le puede pedir otra cosa. Por eso, cuando ahora se le reclama desde algunos sectores que se abra a una entente con el PSOE, ni sabe hacerla ni quiere hacerla.
No deja de ser llamativo que la crisis de Ciudadanos se esté solapando con las dificultades de Pedro Sánchez para formar gobierno y la firme posición de Unidas Podemos y de Pablo Iglesias para tener ministros en el nuevo gabinete. En estos momentos, Sánchez solo tiene tres opciones: la via Podemos, con ministros o no y con apoyo parlamentario —bien sea afirmativo o abstención— de algún grupo independentista. La vía Ciudadanos, una suma que ya cuenta con mayoría absoluta, o la convocatoria de unas nuevas elecciones. Hay más, pero no están encima de la mesa.
Aunque el presidente en funciones especula con elecciones, a los agentes económicos les da vértigo solo de pensar en ello. Una situación no muy diferente a la del acuerdo PSOE-UP, con ministro de la formación morada. La mejor para estas élites es que PSOE y Cs se pongan de acuerdo... pero Rivera no quiere. Aspira a todo el pastel sin darse cuenta de que ese tiempo, si es que existió, acabó con la moción de censura. Pero le dura el malhumor, el aislamiento y la soledad. De ahí que Rivera tenga aparentemente dos crisis, la interna y la de sus apoyos externos. Solo son dos caras de una misma crisis que ya se le ha ido de las manos.