Difícilmente se podría encontrar un caso similar al del documental producido y dirigido por Jaume Roures y que lleva por título Las cloacas de Interior. Más del 30% de la cuota de pantalla en TV3, una de las dos únicas televisiones que ha aceptado emitirlo hasta la fecha, tendencia mundial en Twitter y, por el contrario, nulo eco en los principales diarios de papel y oposición radical de las televisiones privadas a su emisión. Lo cierto es que el documental es abrumador y el conocimiento masivo por parte de la población de prácticas ilegales en el Ministerio del Interior para inculpar a dirigentes independentistas catalanes y también a miembros de Podemos sería inaceptable en cualquier país democrático. En España, lejos de haber un debate sobre las malas praxis, se adoptan decisiones propias de regímenes autoritarios. Unas pocas llamadas a los sitios oportunos y el tema, incluso, parece que no haya existido. No se habla, se elimina de las tertulias y, en cambio, se da cancha a los relevos en el Govern o en la dirección de los Mossos tildándolos de purgas.
Y se editorializa sobre el "giro autoritario". Uno, claro está, ya piensa que se hablará de Catalunya porque el mayhor escándalo mayor conocido desde la época de los GAL, como pone de manifiesto el documental, no debe ser para el "diario global" propio de un gobierno que ha realizado en defensa de la unidad de España un giro autoritario. Lo autoritario es nombrar un conseller de Interior independentista cuando el Govern quiere hacer un referéndum el 1 de octubre y un director general de la Policía Autonómica que también lo sea. Antes, a eso se le llamaba un gobierno cohesionado o con unidad de objetivos. Ahora, esto es autoritario. Habrá que recomendarle a Mariano Rajoy, a Susana Díaz o a Alberto Núñez Feijóo que se anden con cuidado porque están a un paso de ser acusados de un giro autoritario. Sobre todo la andaluza, que aún no hace 40 días cambió a cinco consejeros y, aunque los diarios hablaron de crisis, seguramente no era eso lo que querían decir. Sino que era un giro autoritario.
El 30% de share en TV3 demuestra hasta qué punto en este tema no se puede esconder la cabeza bajo el ala. Por más que el siempre imaginativo Miquel Iceta haya apuntado que a la hora de la emisión del documental él estaba viendo Goldfinger, una de las películas de James Bond, en otra cadena. La salida es ocurrente si no fuera un dirigente político de larga trayectoria y que formará parte del panorama político de los próximos años ya que la pasada semana fue elegido candidato de su partido, el PSC, a la presidencia de la Generalitat para cuando se celebren las próximas elecciones.
La democracia no debe ni puede tolerar lo que se ha podido ver en el documental. Sinceramente, que al lado de lo que allí se ve se esté hablando de Joaquim Forn o de Pere Soler como autoritarios no solo es una broma de mal gusto, sino un insulto a la inteligencia. Gusten más o gusten menos los nuevos responsables de Interior. Tratar de imponer un relato, que es lo que las dos partes intentan hacer, no puede hacerse a costa de saltarse algo tan elemental como el principio de que la policía persigue delincuentes, no elimina adversarios políticos. Tener que reiterarlo da incluso un poco de vergüenza.