Hay un estado de ánimo en Lleida, cada vez más creciente, de que al sentirse algo así como la Cenicienta de Catalunya no se ha prestado suficiente atención a la evolución del coronavirus en la capital y el resto de municipios de la comarca del Segrià. La gente está preocupada cuando escucha al director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del ministerio de Sanidad, Fernando Simón, asegurando que hubiera preferido que la Generalitat hubiera adoptado antes la decisión de confinar el Segrià y nadie le explica por qué no se hizo. Como lo está cuando habla de que la consellera Alba Vergés descartó el viernes por la tarde el confinamiento en una rueda de prensa en Lleida y menos de 24 horas después se aprobaba en Barcelona. El enfado, en general, está muy a flor de piel, es ciudadano y muy transversal, no contra una administración u otra, sino contra los poderes públicos en general ya que tienen la impresión que si no se tratara de Lleida, la cuarta provincia de Catalunya, todo se hubiera hecho con más cuidado y mirando de actuar con mayor sensibilidad. Tiento es seguramente lo que ha faltado con un territorio que se siente ninguneado: y no en esta situación en concreto sino en general
Porque hay serias dudas de que las medidas adoptadas acaben siendo una solución. La calle Major de Lleida, por poner un ejemplo, estaba este lunes por la tarde repleta de gente que paseaba o se sentaba en alguna terraza con unas medidas de distancia social más que discutibles. En cualquier caso, no las que recomienda la Generalitat y que, por otro lado, en muchos otros sitios tampoco se cumplen. Mientras tanto, los comentarios que se escuchan son de "esto, a Girona no le habría pasado" en alusión a si la medida se habría aplicado de la misma manera en las zonas más turísticas del país y "con Lleida todos pueden". Es un sentimiento propio de un enojo ciudadano que habría que atajar a tiempo ya que sino puede darse la circunstancia de que el brote no se controle de manera suficiente y que, además, haya una protesta ciudadana significativa, cosa que hasta la fecha no ha sucedido en ningún sitio. A veces, una simple chispa es suficiente para prender un fuego.
Un colectivo que se agrupa bajo el nombre de Marea Blanca Lleida ha convocado para este martes una cacerolada en balcones y calles para exigir a los gobiernos catalán y español, y también al ayuntamiento, la Paeria, que dejen de desviar hacia la gente la responsabilidad. La Marea Blanca también sostiene que no solo se necesitan medidas de prevención individual sino también de salud pública, sociales y laborales. Algo en lo que estaríamos todos de acuerdo. Algunas imágenes, por ejemplo, de temporeros en las calles y sin la mínima protección sanitaria, han sido más que alarmantes. Mala noticia que la gente se revuelva contra los poderes públicos en un tema que expresa también muchas otras cosas, entre ellas, un cierto hastío y el preludio de una crisis económica que será dura. Mientras, ha entrado en servicio el hospital de campaña del Arnau de Vilanova Lleida y el propio hospital ha doblado las camas para pacientes con coronavirus. Y se empieza a hablar de la posibilidad de que el confinamiento domiciliario sea una alternativa para detener los brotes de la Covid-19.
Y vuelven los debates sobre si priorizar la salud o la economía. Y el miedo de muchos a la pobreza que viene, frente a quien con su autoridad quiere hacer del confinamiento su única respuesta política.