Cuando hace diez días el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cruzó la Puerta del Sol para reunirse con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a nadie se le escapaba que, pese a la gravedad de la situación sanitaria en la capital española, el inquilino de la Moncloa estaba contribuyendo a un gran acto de escapismo político. La coreografía preparada para la ocasión, con el famoso escenario de las 24 banderas españolas y madrileñas, escondió la incompetencia de Sánchez en la materia y la peligrosidad de la actuación de Ayuso, con el riesgo de exportar el virus por toda la Península irresponsablemente. Hoy estamos peor que aquel día ya que Madrid sigue presentando unas cifras graves, muy graves, y además se ha comprobado que el decorado sirve para las funciones de teatro y no para la política: Ayuso le ha levantado la camisa al ministro Illa después de alcanzar la víspera un acuerdo y se niega a confinar Madrid y taponar la expansión de la enfermedad.
En mi artículo de ayer lo advertía: el problema de Madrid no puede ser abordado como un problema español. El café para todos no deja de ser un insulto para los que se han avanzado a una situación como la que tiene Madrid adoptando medidas incómodas, a veces incluso mal comprendidas, pero eficaces. El ministro Illa intentó engatusar a Ayuso con un envoltorio de solución española que abordaba el problema por elevación. Así, se adoptaban una serie de medidas que serían comunes para aquellas ciudades de más de 100.000 habitantes y que cumplieran tres requisitos: una incidencia acumulada superior a 500 casos cada 100.000 habitantes, un porcentaje de PCR positivas superior al 10% y un índice de ocupación de las UCI en la Comunidad Autónoma superior al 35%. Ayuso pareció comprar el plan del ministro Illa ya que ella podía imponer su relato de que no se trataba de una solución exclusiva para Madrid sino para toda España. Pero Ayuso rompió la baraja cuando descubrió el truco: ¿qué ciudades cumplen esos baremos? La capital y nueve municipios de la Comunidad de Madrid. Ninguna más.
Al final, dos gobiernos acostumbrados a las martingalas se han dado de bruces: Illa diciendo que impondrá el confinamiento y Ayuso rebelándose contra las medidas y asegurando que jurídicamente no es válido lo que propone el Gobierno español. Y, en medio, los ciudadanos de fuera de Madrid que hemos apoyado a nuestro gobierno cuando ha tenido que adoptar medidas de un confinamiento importante en algunos casos, más leve en otros, en municipios como Lleida, Igualada, l'Hospitalet de Llobregat, Viladecans, Sant Boi, Cornellà, Sant Just Desvern, Sant Joan Despí o Esplugues asistimos estupefactos a este sainete. Porque el café para todos de Sánchez es un camino intransitable que Catalunya rechaza con razón por dos motivos: el gobierno español no tiene ninguna autoridad en esta materia y, en segundo lugar, la Generalitat adoptó medidas importantes con una situación menos complicada que la que se ha establecido para Madrid y obviamente mejor que los actuales parámetros de la capital.
La manera como están jugando unos y otros con la salud de los ciudadanos es nauseabunda. No soy capaz de encontrar una palabra más suave para una situación tan grave.