Cuando falta tan solo una semana para el gran éxodo navideño, que implicará a millones de ciudadanos desplazándose por toda la geografía española, empieza a cundir la impresión entre autoridades, científicos, epidemiólogos y expertos de que estamos caminando hacia el borde del precipicio. En muy pocos días, el estado ambiental de la población y las declaraciones públicas convergen en un punto: el riesgo de celebrar las navidades con las medidas supuestamente laxas que se habían primero consensuado entre el ministerio y las comunidades autónomas y posteriormente dentro de las propias autonomías. El secretario de Salut Pública, Josep Maria Argimon, era contundente este miércoles asegurando que la tercera ola del coronavirus está llegando y que los datos con los que nos hemos acostumbrado a convivir desde hace unos meses -el índice de contagio, el riesgo de rebrote, el número de contagiados, los muertos por coronavirus, la ocupación de las UCI y el número de ingresos hospitalarios- eran cada vez más peligrosos y había que actuar en consecuencia.
El presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós, también ha señalado que estamos en uno de los momentos más delicados de la pandemia y que había que reducir drástica e inmediatamente la interacción social. El programa de televisión Més 324, que dirige y presenta Xavier Graset, entrevistaba al físico e investigador Àlex Arenas, quien ya ha pronosticado que a finales de año o a principios del próximo será inevitable un confinamiento total. Son tres opiniones de peso y las tres van en la misma dirección. La conselleria d'Ensenyament ya ha anunciado que la vuelta a los colegios será el lunes 11 de enero y no el viernes 8 como estaba previsto y aunque no está en estudio hay una amplia demanda de que haya vacaciones escolares a partir del día 18 de diciembre ganando también un día de curso escolar, el del lunes 21. Todo son inputs en la misma dirección: tratar de controlar la expansión de virus que, por lo que parece, ha vuelto a desbordar las previsiones ya que la interacción social ha sido mucho más elevada y, en consecuencia, letal, de lo previsto.
Para acabar de cerrar el círculo, Europa, o una parte importante de Europa, aquella que solemos mirar con una cierta envidia, mientras tanto, está procediendo a cierres más significativos bien sea de los colegios, de los comercios o la restauración e incluso a confinamientos severos. Ante este panorama, el ciudadano se mueve desconcertado ya que no sabe qué tiene que hacer y su temor es que aunque haga lo que se le dice el resultado final tampoco acaba siendo satisfactorio. Sería muy lamentable concluir que la interacción social solo se puede reducir con el confinamiento. Es todo un gran galimatías del cual es imposible, al final, sacar el agua clara. Y los días van pasando en un mundo en que las certezas han desaparecido y algo tan sencillo como organizar las navidades se ha convertido en un verdadero problema para muchas familias. Porque, no nos engañemos, no habrá las concentraciones en las casas de otros años por estas fiestas pero por el contrario las celebraciones fuera de casa conseguirán éxitos nunca vistos.
Los próximos tres o cuatro días van a acabar siendo definitivos para conocer si se mantienen los planes previstos o se da una cierta marcha atrás. Les aseguro que en muy pocas ocasiones he visto una situación tan dubitativa. Algo que es comprensible ya que uno no se enfrenta cada día a una pandemia como la actual, pero que choca frontalmente con la necesidad de líneas claras, algo que es exigible a las autoridades. Mucho más en unos momentos en los que más que las navidades está en juego la vida de tantas personas.