He esperado pacientemente varias semanas antes de expresar mi opinión sobre la exasperante lentitud con que se está procediendo a la vacunación contra el coronavirus en España y también en Catalunya. Sobre todo, por un motivo fundamental: que no pareciera que era una crítica a la comunidad médica, que se ha comportado este último año con una ejemplaridad absoluta dando muestra de su profesionalidad y dedicación total en condiciones más que difíciles y con unos medios muy escasos. El sistema sanitario ha resistido pero sobre todo han aguantado los profesionales a los que se les debe un reconocimiento salarial acorde a sus reclamaciones históricas y que no quede todo en aquellos aplausos como reconocimiento de la ciudadanía. Por eso es más preocupante que la vacunación vaya tan lenta, lo que dificulta mucho bajar los indicadores de la Covid y que se esté debatiendo si entramos en la cuarta ola con tan poca población vacunada.

Que la Unión Europea ha negociado mal la llegada de las vacunas es una obviedad y que por en medio ha habido imprevistos como el de AstraZeneca también. La burocracia de Bruselas y el modelo de gobernanza se ha puesto en evidencia una vez más. Y así, mientras la UE se perdía en debates, EE.UU, Rusia o China han ido mucho más deprisa y se han hecho con grandes stocks para vacunar a sus ciudadanos. Una vacuna la de AstraZeneca, por cierto, cuya utilización ya se ha reanudado en Italia, Francia y Alemania mientras en España no se volverá a poner hasta el próximo miércoles. Pero nada, eso tampoco, justifica los bajos porcentajes de vacunación que hay y sobre todo que nuestros mayores no estén a estas alturas vacunados en un porcentaje demasiado elevado y que tampoco se les haya dado un horizonte de cuándo lo van a estar. Desde hace 48 horas solo oigo especialistas en epidemiología o expertos en cuantificar que se está produciendo un número de muertos superior al previsto debido a la mala planificación. Es normal, por tanto, que se esté generando una irritación ciudadana ya que los discursos oficiales se corresponden poco con la realidad del día a día. 

La Unión Europea ha provocado un caos bastante notable con la compra de vacunas hasta el extremo que hay un índice de vacunación superior en países como EE.UU, donde las facilidades para vacunarse son enormes y Biden ha cumplido su compromiso de más de 100 millons de pesronas vacunadas cuando aún no se han cumplido dos meses de su Administración. O en el Reino Unido, donde ya se han vacunado 24 millones de personas y se han puesto más de 660.000 dosis en las últimas 24 horas. Tanto es así que Alemania ha advertido a la UE que no descarta actuar por su cuenta y que si no se dan prisa optará por comprar la vacuna rusa Sputnik V. De hecho, están en estrecho contacto con las autoridades rusas para asegurarse el suministro si dan el paso.

Y mientras todos los países miran de correr el máximo posible y de abrir negociaciones por su cuenta, aquí hay un debate sobre cómo afectará la movilidad de este fin de semana -el primero en que se podrá ir a cualquier lugar del territorio catalán- y la inminente Semana Santa está a punto de colgar el cartel de lleno total en el Pirineo, donde ya cuesta encontrar habitaciones para aquellos días. Y los indicadores que todos hemos ido aprendiendo qué quieren decir, como el riesgo de rebrote o el RT, ya han vuelto a subir.  Una última reflexión: será imposible iniciar una recuperación económica sostenida con unos niveles de vacunación tan bajos y esto sí que será definitivo para la salida de la crisis.