La Crida Nacional per la República, la plataforma impulsada por los presidents Carles Puigdemont y Quim Torra, conocida coloquialmente como la Crida, tiene desde este sábado órganos rectores constituyentes para actuar e intervenir en la política catalana. Puigdemont aparece como presidente impulsor, el activista Jordi Sànchez ―en prisión provisional desde hace la friolera de 467 días― ocupa la presidencia ejecutiva y el diputado Toni Morral la secretaría general. La Crida es una herramienta multiusos llamada a desaparecer cuando se alcance la República catalana, que no parece próxima ni tiene fecha. Nace como una plataforma transversal, ciertamente, pero no unitaria. El atomizado mundo independentista tiene cada uno de ellos su propia estrategia. También sus propios objetivos, intereses y necesidades.
Tácticamente, la Crida abandera tres objetivos: la restauración de la presidencia de Carles Puigdemont, aparecer como un movimiento que reivindica el referéndum del 1 de octubre y la proclamación parlamentaria de la República del 27-O y mantener la vía unilateral como una opción hacia la independencia real si el estado español no mueve pieza alguna. No son, obviamente, objetivos que tan solo persiga la Crida, pero que distan de ser hoy unitarios en el conjunto del independentismo. Es, sin duda, la unidad el principal talón de Aquiles de cualquier estrategia que se pretenda ganadora, pero lo cierto es que resta mucho trabajo por hacer para que ese momento sea una realidad. La unidad no se construye a partir de reiteradas consignas a favor de ella, sino con cesiones y complicidades, y hoy hay muy poco de lo primero y nada de lo segundo.
Jordi Sànchez desde la prisión de Lledoners ha conformado una dirección poliédrica con más mujeres que hombres. Con experiencia de gobierno algunos ―Artadi, Laura Borràs y Damià Calvet―, del espacio socialista la más destacada es la exconsellera Marina Geli y Ferran Mascarell; del mundo de Esquerra, el alcalde de Montblanc Pep Andreu, o el propio Morral, que proviene de ICV. Los que tienen su origen en el PDeCAT o Convergència se cuentan con los dedos de una mano. Ello le da la pretendida transversalidad, pero ninguna organización independentista se ha sumado como tal, temerosa, en parte, de que Puigdemont acabe devorándola o desnaturalizándola. Al final, el porqué es poco importante.
Lo cierto es que parece inevitable que a la Crida la veamos más pronto que tarde compitiendo en unas elecciones. No en las municipales de mayo, pero quién sabe si en las europeas y casi seguro que en las próximas catalanas, sean cuando sean, y que sin duda no serán tan pronto como la oposición quiere. En eso sí están de acuerdo Pedro Sánchez y Quim Torra: las elecciones cuando más lejos mejor.