El denominado debate decisivo entre los candidatos a la presidencia del gobierno español en el Grupo Planeta fue un auténtico fraude y una vergüenza. Un fraude porque no se puede denominar de otra manera el guirigay en que convirtieron el plató televisivo en medio de insultos, descalificaciones, mentiras e intercambio de libros. Y una vergüenza porque ninguno de los tres candidatos con teóricas opciones de llegar a la Moncloa -Pablo Iglesias juega otra liga, la de la supervivencia- se graduó para lograr el voto de los electores. Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera protagonizaron uno de los debates más mediocres y de escaso nivel de la democracia española.
Pedro Sánchez, perdedor del primer debate del lunes en TVE, llegó al plató con la lección aparentemente bien aprendida. Si 24 horas antes había parecido por momentos una esfinge ajena al debate, en esta ocasión interrumpió tanto como supo, para desesperación de los moderadores, como hacen siempre Casado y Rivera, y compitió con las peores armas de los candidatos de la derecha. El líder de Ciudadanos no fue igual de efectivo que en el debate inicial y se pasó de frenada televisiva en muchos momentos. Como cuando le entregó al presidente del Gobierno su tesis doctoral, "un libro que usted no ha leído" y Sánchez le devolvió el golpe con otro que también llevaba de Santiago Abascal, escrito por Fernando Sánchez Dragó. Todo demasiado cutre para dos personas que aspiran a gobernar un país y que solo supieron hacer espectáculo del barato.
Que Pedro Sánchez salía al segundo debate con varias banderillas encima lo demostró cuando el orador le dió la palabra para hablar de sus propuestas de empleo y como aquel que lleva un rejón encima saltó sin ninguna iniciativa al respecto pero con contundencia: "Desde el principio del debate quiero decir que no he pactado con los independentistas; es falso". Es obvio que le escuece y que las elecciones se están jugando, en parte, a lomos de los votos que necesitó para llegar a la Moncloa y de las acusaciones sobre sus acuerdos con los independentistas que aquí en Catalunya sabemos que no existieron pero que tienen una enorme venta en el resto de España. De ahí el pánico de Sánchez y la insistencia de los demás.
Y poca cosa más porque el resto son vaguedades o insultos. Habrá que ver la audiencia del programa, que dudo que alcance la del de Televisión Española. Por suerte, en Movistar Fútbol ofrecían el partido que el Barça jugaba en el campo del Alavés y con su trabajada victoria se acercó un poco más a la Liga.