La cadena pública TV3 ha vivido este lunes un debate secuestrado por el artículo 155. Por primera vez, no uno, sino dos candidatos no pudieron participar en el mismo: el president Carles Puigdemont y el vicepresident Oriol Junqueras no pudieron acudir a los estudios de Sant Joan Despí. El primero, exiliado en Bruselas, i el segundo, preso en la cárcel de Estremera. Este y no otro debe ser el primer titular de un debate en algún momento eléctrico y en algún otro tedioso, que transitó entre el golpe de estado llevado a cabo por el Senado español y por el gobierno del PP y la escuela en catalán y la inmersión lingüística. Un calificativo para cada uno de los siete intervinientes: Jordi Turull, incisivo; Marta Rovira, intensa; Inés Arrimadas, ilusionista; Miquel Iceta, prudente; Xavier Domènech, incómodo; Xavier Garcia-Albiol, policial, y Carles Riera, combativo.
No fue un debate de grandes novedades. En todo caso, sirvió para dejar claro que los dos bloques políticos en que se ha dividido Catalunya no son imaginarios, sino reales. Demasiado reales. Si no, ¿por qué no se atacaron mútuamente Arrimadas e Iceta pese a la frontera de votantes que tienen? ¿O Turull y Rovira? Seguramente, porque todos saben que lo que marcarán los resultados de la noche electoral del próximo jueves será si hay o no hay mayoría independentista en el próximo Parlament de Catalunya. Esa es la verdadera pregunta que aún no tiene respuesta y la que decidirá la continuidad de la legislatura interrumpida por Mariano Rajoy o una página con un rumbo desconocido en la historia reciente de Catalunya. También la que espera Europa para saber si el vaticinio de Rajoy a los jefes de estado y de gobierno de que acabaría con las demandas catalanas con el artículo 155 era acertado o no.
En condiciones normales, una campaña electoral en la situación excepcional de alto voltaje político de los últimos meses habría tenido varios debates a dos —o incluso a tres— que es donde realmente se remarcan más las diferencias entre los diversos candidatos. Un debate entre Arrimadas y Junqueras habría tenido una audiencia alta. U otro entre Puigdemont e Iceta. Qué decir de uno entre Puigdemont y Junqueras, de un duelo entre Arrimadas e Iceta o la expectación y el morbo entre Albiol y el candidato de la CUP o el de los comuns. Pero todo eso lo ha impedido el 155, que ha preparado una campaña más a su medida, con el árbitro a favor. Con los líderes independentistas en el exilio o en prisión y donde los mensajes con más fuerza de los mítines han sido "desinfectar" o "descabezar". Una cacería low cost del independentismo.
El debate, celebrado a menos de 24 horas de que se cierre la campaña electoral del 21-D, puede haber sido clave en unas elecciones tan ajustadas en las que el independentismo, aunque va claramente en cabeza, no tiene asegurada la mayoría absoluta en el nuevo Parlament. La photo finish acabará decidiendo la gobernación de Catalunya, para la que no vale ni el cansancio, ni el enfado, ni la frustración que puedan tener los electores. ¿O acaso estaban cansados aquellos que acudieron a votar, contra viento y marea y, sobre todo, contra una actuación policial desmedida, en el referéndum del 1 de octubre?