Hace ya tiempo que descubrimos que el mundo de certezas de la etapa previa a la covid pasaríamos, en el mejor de los casos, muchos años a reencontrarlo. Hoy vivimos en un polvorín permanente y en medio de demasiadas turbulencias. Fruto no solo de que el coronavirus nos ha ido enseñando que no se puede levantar el pie del acelerador y que estamos ante una lucha mucho más larga, agotadora y difícil de lo que nos habíamos imaginado. Si esa situación inestable a la hora de hacer pronósticos en el medio plazo y trabajar con alguna previsión firme se suma el incremento del precio de los alimentos y la inestabilidad desbocada del precio de las energías, la tormenta perfecta para la pérdida de poder adquisitivo de los salarios está asegurada.

Los últimos datos de inflación conocidos este lunes se sitúan en máximos históricos desde hace 29 años. El IPC ha subido en este mes de octubre hasta el 5,6% respecto al año anterior y plantea una pregunta que hoy por hoy tiene mala respuesta: ¿hasta cuándo puede seguir subiendo? Y es que lleva once meses de crecimiento ininterrumpido. Alemania lo ha hecho en un porcentaje similar, el 6%, en un momento en que, además, el país germánico tiene por delante la sustitución de la canciller Merkel por el ganador de las elecciones, el socialdemócrata Olaf Scholz, al frente de lo que se ha dado en denominar gobierno semáforo ya que en el mismo convergerán socialdemócratas, liberales y verdes, en una experiencia nueva en Alemania.

Estos malos datos económicos se han cruzado con el efecto ómicron, la nueva variante sudafricana del virus que está alarmando a las autoridades por más que los diferentes estados rebajen la preocupación en público mientras implementan drásticas medidas de choque de viajeros de aquel continente. La farmacéutica Moderna ha sido la primera en advertir que, quizás, ómicron escape a la protección inmunológica de las vacunas y que existe un riesgo potencial de que acelere la inmunidad prevista hasta la fecha ya que tiene más mutaciones que ninguna de las variantes conocidas con antelación. Ello en un momento en que ya se ha registrado en España el primer caso, la OMS ha advertido de que presenta un riesgo muy alto de propagación y el G-7 pide una respuesta urgente.

En este preocupante contexto, la Generalitat hará bien en tener planes de contingencia para un incremento de los niveles de pobreza en Catalunya por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, la incertidumbre sobre las consecuencias para la economía de ómicron, los ERTE que aún están vigentes y que no dejan de ser, en muchos casos, situaciones de paro futuras camufladas y la falta de suministros básicos en la industria. Se acaba el 2021 peor de lo que pensábamos en verano y el 2022 no tiene por ahora un rumbo determinado, algo que es siempre malo por naturaleza.