Quizás sea la pregunta que más me han hecho en las últimas semanas: ¿qué crees que va a pasar con las elecciones del 14-F, se celebrarán? Y, desde hace semanas, les he contestado lo mismo a los que me la han formulado: el Govern las aplazará. La razón, más allá de los intereses partidistas que tengan unos y otros, tiene una lógica: con las previsiones sanitarias en la mano, lo contrario, faltando algo más de un mes para la cita con las urnas y teniendo que movilizar hasta 5,6 millones de electores, que son los que están inscritos en el censo electoral, celebrarlas sería una temeridad y, además, supondría tener en contra toda la comunidad médica.
Este es, pese a todo, el dilema del Govern en estos momentos ya que necesariamente acaba trasladando a la opinión pública que no era tan verdad como se decía que todo estaba organizado para superar cualquier contingencia que pudiera surgir. Los datos actuales de la evolución de la pandemia son malos y serán peores pero eso no debe sorprendernos mucho ya que antes de las Navidades ya se dijo que acabaría pasando lo que está pasando y no se optó por tomar medidas más radicales, como un confinamiento domiciliario.
El Govern está apurando las últimas horas para el anuncio, pero es imposible encontrar un conseller que defienda abiertamente la celebración de los comicios. Ni en on the record ni en off the record. Otra cosa es quien se acaba comiendo la decisión que, insisto, agradable no es. Además ha habido un movimiento imprevisto pero que justifica la designación de Salvador Illa como candidato del PSC: el comité de encuestas de la Moncloa, con Iván Redondo a la cabeza, las quiere ahora ya que cree que el efecto Illa es real y el PSC puede encaramarse arriba de todo de la tabla. Los socialistas catalanes ya lo avanzaron el pasado viernes y lo ha reiterado el candidato desplazado Miquel Iceta este mismo martes con su ironía habitual: ¿Estarán abiertas las escuelas y cerraremos los colegios electorales, se podrá ir a esquiar, a trabajar y coger el metro y no ir a votar? El PSC va a hacer batalla para mantener la fecha del 14-F ya que toda la estrategia se basa en el efecto candidato y en aprovechar el tirón que le suponen a su nuevo cabeza de lista en el actual momento.
La oposición del PSC al aplazamiento electoral marcaría una diferencia sustancial respecto a lo que sucedió la primavera pasada en Galicia y el País Vasco, donde hubo un acuerdo de todos los partidos parlamentarios para detener el reloj de los comicios convocados para el 2 de abril y que acabaron siendo el 12 de julio. Ante este gran acuerdo político y con la ciudadanía confinada en sus domicilios, la Junta Electoral Central se limitó a certificar el acuerdo. A dar su visto bueno. ¿Qué sucedería con una diferencia de criterio en Catalunya? ¿El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) que diría ante un hipotético recurso? ¿La Junta Electoral Central respetaría el acuerdo del Govern? ¿Introduciría el TSJC o la JEC otros criterios como, por ejemplo, el desencuentro político en una cuestión como la cita con las urnas que afecta al capítulo de derechos fundamentales?
El PSOE, que trabaja con red y dispone de unos resortes que los partidos del Govern no tienen en la JEC, quizás ya sabe la respuesta. ¿Qué no puede hacer la JEC, que se acabó llevándose por delante al president Torra por obligarle a descolgar una pancarta?
PD.- Un último apunte electoral, en este caso relativo al Futbol Club Barcelona. Comparar ambos procesos solo tiene como objetivo impedir las elecciones del club blaugrana. No tienen nada que ver ni en el calendario (24 de enero frente a 14 de febrero) y, sobre todo, en el volumen de personas a movilizar. Estamos hablando que si pueden ir a votar, por la participación en comicios anteriores, un máximo de 45.000 personas, más de la mitad ya lo podrán hacer en las once ciudades donde hay colegios electorales. Para los que se tuvieran que desplazar hay una opción bien sencilla: se instalan nuevos centros de votación en las ciudades principales para reducir al máximo el número de personas que no tengan colegio electoral en su municipio. Por ejemplo, en las peñas barcelonistas con funcionarios del club habilitados como miembros de las mesas. Y a los cientos o pocos miles que restan se les puede facilitar acudir a la sede más cercana. Si un club como el Barça no es capaz de montar un operativo así, es que el club está mucho peor de lo que realmente está.