Si en algún sitio las investiduras de los presidentes de gobierno son especialmente difíciles es en Catalunya. Y si no, que se lo pregunten a los tres últimos inquilinos del Palau de la Generalitat —Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra— que tienen relatadas con creces las vicisitudes de estas horas previas a una sesión de investidura. En el caso de Mas, su famoso pas al costat; en el de Puigdemont su investidura fallida de enero de 2018 y, en el de Torra, su súbita incorporación al cargo cuando no era la opción más previsible. No va a ser mucho más sencilla la de Pere Aragonès, que el viernes va a tener la primera oportunidad de salir escogido por el Parlament, una vez la presidenta de la cámara, Laura Borràs, le ha facultado para que exponga su programa en el hemiciclo y obtenga los votos necesarios para ser elegido. La elección de Aragonès por encima del candidato ganador de los comicios del 14-F, el socialista Salvador Illa, tiene su lógica, ya que aunque el candidato de Esquerra Republicana no tiene garantizada su investidura, eI exministro sí que tiene asegurada su derrota, al sumar 74 papeletas los diputados independentistas.
Hasta hace unas horas, el candidato de Esquerra Republicana comparecía con los 33 votos de su partido y los nueve de la CUP, con la que ha cerrado un acuerdo de 42 escaños que aun estando lejos de la mayoría absoluta —68 votos— tiene, en teoría, camino para recorrer y llegar a los 74 parlamentarios independentistas con los 32 de Junts que, hoy por hoy, están en la abstención. Esta sigue siendo la suma mágica del espacio independentista, pero el ritmo de los avances no permite pensar que ni en primera votación (viernes), ni en segunda (martes) se pueda llegar a esta cifra. Si este frente Esquerra/Junts tiene una alta inestabilidad y un horizonte más bien negro si de lo que se trata es de cerrar un acuerdo en cuestión de días, en las últimas horas se ha producido en la CUP un cierto revuelo con el preacuerdo que habían suscrito sus negociadores con el partido de Junqueras y Aragonès.
Organizaciones relevantes de la formación anticapitalista como Endavant se han desmarcado públicamente y antes ya lo había hecho Lluita Internacionalista. Los motivos son diversos aunque emergen la falta de concreción y compromisos firmes, la mesa de diálogo con el gobierno español para abordar el conflicto político con Catalunya y un acuerdo de estabilidad de dos años, con una moción de confianza en 2023 para seguir haciendo el camino juntos. Una duda queda en el aire: Exactamente, ¿cómo han negociado los dirigentes de la CUP para que en las horas previas a la votación y mientras ya se estaba votando se hable de que las bases pueden rechazar el acuerdo?
Este jueves al mediodía la CUP dará a conocer el resultado de la votación que ha trasladado a la militancia, pero no es del todo descartable, a la vista de los posicionamientos públicos, un rechazo al acuerdo programático suscrito. Veremos, es cuestión de horas y la CUP ya nos tiene acostumbrados a cambios de guion en la política catalana. Parece difícil que con los mimbres actuales se pueda contemplar una investidura real de Aragonès en segunda votación que garantice el objetivo inicial: gobierno estable, mayoría parlamentaria amplia y acuerdo para los presupuestos. Junts no parece dispuesta a dar sus 32 votos a Aragonès si no alcanza un triple acuerdo en hoja de ruta, estructura de gobierno y reparto de conselleries y ninguno de sus máximos dirigentes tiene ningún incentivo para cerrar lo que consideran hoy que sería un mal acuerdo. Y los que podrían tener algún otro incentivo no están en el núcleo duro de la negociación.