Los últimos datos hechos públicos este lunes por el Idescat y por el Departament de la Vicepresidència i d'Economia i Hisenda, que dirige Pere Aragonès, recogen que la economía catalana ha crecido por encima del 3% en el segundo trimestre del año y encadena así catorce trimestres seguidos con un crecimiento interanual tan destacado. En concreto, un 3,1% respecto del mismo período del año pasado y un 0,7% respecto del trimestre pasado. Son cifras que llaman al optimismo en un entorno muy complicado en los últimos meses que se resumen en el atentado del 17 de agosto, la violencia policial del 1 de octubre, la suspensión de la autonomía catalana, la entrada en prisión de buena parte del Govern, el exilio del president Puigdemont y de varios consellers, la imposibilidad de elegir president de la Generalitat por el veto del TC y del Supremo, la negativa del gobierno español a publicar en el DOGC la restitución de varios consellers y, durante todos estos meses, la presentación de Catalunya como una zona de inestabilidad política alta.
Pues pese a todo ello, la economía catalana navega a velocidad de crucero con la industria como un motor fundamental y el sector servicios evolucionando positivamente. Lo mismo cabe decir de las exportaciones, que crecieron un 3,3% en el primer trimestre del año ―últimos datos públicos―, lo que le convirtió en el mejor de la serie historica iniciada en 1995. Según el Ministerio de Economía supone el 25,7 % del total de ventas de España en el exterior.
Todos estos datos son especialmente relevantes por dos motivos: en primer lugar, porque vale la pena destacarlos en un entorno político siempre repleto de dificultades y con un gobierno español insensible a demandas históricas que ayudarían mucho como la mejora de las infraestructuras. Y, en segundo lugar, porque en estos meses de tantas noticias falsas propagadas para desmontar al independentismo catalán se ha jugado impunemente con datos y previsiones económicas. Tan solo hace falta ir a los informes de finales del año pasado de entidades supuestamente de prestigio, como los estudios económicos de Funcas o del BBVA, para ver lo equivocados que estaban. Se situaba a Catalunya en el furgón de cola de las autonomías, solo por encima de Extremadura y Andalucía, y se pronosticaba para 2018 un crecimiento del PIB del 1,7%. El estudio del BBVA también hablaba del 2,1% y que sería la economía que más se ralentizaría.
Nada de eso va a ser así si se mantienen las previsiones actuales, pero, en aquellas fechas, se trataba de hacer política con la economía, meter el miedo en el cuerpo de los catalanes y que, a poder ser, votaran opciones unionistas. Pero claro, los pronósticos son relevantes cuando se anuncian, después la gente ya no se acuerda. Y el daño causado no hay nadie que lo compense.