Ajenos a la alarma social que ha provocado la fuga de Juan Carlos I y al mínimo sentido de la responsabilidad como cargos públicos electos, las principales autoridades de Baleares han mantenido este lunes su tradicional despacho de verano con Felipe VI, en su primer acto público en el Palacio de Marivent. Por allí han pasado la presidenta de la comunidad, Francina Armengol; el presidente del Parlament, Vicenç Thomàs; y por videoconferencia ha conversado con el alcalde de Palma, José Hila. Los tres son representantes del Partido Socialista, otrora republicano irredento y hoy claramente imbricado en el régimen del 78.
Armengol, Thomàs e Hila se han limitado a señalar, tras las audiencias reales, que habían abordado la situación sanitaria y económica de Baleares y, respecto a la huida de Juan Carlos I, han puntualizado que no pensaban revelar el contenido de la conversación o que directamente no habían hablado sobre el tema. Ni en plena vorágine de deterioro de la imagen de la monarquía española por graves casos de corrupción que amenazan directamente a la familia real, las autoridades españolas, en este caso autonómicas y locales, dejan de lado el triste papel de cortesanos para ejercer de gobernantes exigentes. Siempre es más fácil, claro está, mirar al otro lado, y así se ha llegado a la situación actual.
La monarquía española no ha precisado desde su llegada a la jefatura del Estado en 1975 de una corte específica, como en otras épocas de la historia, sino que todo aquel que ha ocupado un cargo público ha pasado directamente a comportarse como un cortesano real. Con esta actitud, no es extraño que los desmanes sobre los que hemos ido sabiendo hayan gozado durante décadas de una absoluta impunidad. Y que el gobierno español se haya comportado, casi por inercia, más como una tapadera protectora del delito cometido que como un ejecutivo dispuesto a luchar por el esclarecimiento de la verdad y contra la corrupción, aunque esta pueda afectar a la familia real española.
Ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni el conjunto del gobierno, ni medios de comunicación, patronales, sindicatos y demás instituciones y organismos oficiales levantarán el régimen del 78 con su actitud cortesana y elusiva de sus responsabilidades. Sin transparencia, propósito de enmienda, democracia y urnas en Catalunya, la monarquía tiene un oscuro futuro. Quien primero lo vio fue Catalunya, pero aquella bola de nieve de octubre de 2017 no ha dejado de crecer en toda España. Y así, mientras Felipe VI recibe a las autoridades en Marivent, cuando sale a la calle, como horas más tarde en Petra, lo que encuentra son protestas a su visita.