Las gravísimas acusaciones formuladas por el dimitido vicepresidente del Barça Emili Rousaud diciendo, y cito textualmente, que "alguien ha metido mano en la caja del club" son de una gravedad enorme y no pueden ser despachadas con un amago de querella por parte de la junta directiva. Es obligado por una mínima dignidad que se persone Josep Maria Bartomeu en defensa de los actuales gestores del club o que renuncie al cargo y convoque elecciones inmediatas sin esperar al final del mandato previsto para verano de 2021. También deberá explicar el directivo dimitido desde cuándo lo sabe y por qué no renunció antes al cargo.
El insoportable olor que emerge de las alcantarillas del club no se va a poder tapar en esta ocasión con un comunicado ya que cabe esperar, entre otras cosas, que haya por en medio más de una acción judicial, sin descartar la actuación de la Fiscalía, siempre tan activa en otras ocasiones.
Con Rousaud se han ido, en una dimisión concertada, otros cinco directivos, hecho que ha provocado una explosión descontrolada de la junta actual que incluso necesita incorporar nuevos miembros para cumplir los actuales estatutos del club. El panorama actual no puede ser más desolador y triste y el futuro, si no hay un movimiento contundente y regenerador, enormemente pesimista. El mejor jugador de la historia ha tenido la enorme desgracia de tener sentado en las butacas del palco presidencial la junta más zafia desde la época de Joan Gaspart.
Es evidente que muchas cosas se han hecho mal en los últimos tiempos. Empezando por un servilismo al poder y un intento por alejar al club de sus señas de identidad desde que el club cambió su mentalidad perdedora: apuesta por la cantera, identidad propia como equipo, compromiso social, catalanidad, cruyffismo y guardiolismo. Hoy en día todo es opaco, se fustigan los mejores años de la entidad y se persigue a los disidentes. Hace 49 días que Bartomeu anunció una auditoria para parar el golpe de las informaciones que se habían publicado sobre la contratación de una empresa que utilizaba cuentas falsas en las redes sociales para criticar jugadores, opositores al club y varios dirigentes independentistas.
Fue el inicio del final y desde aquel día todo ha ido a peor. Sobre todo porque cuando la porquería se empieza a remover acaba salpicando más pronto o más tarde a todos los que estaban cerca.