El PDeCAT camina ya oficialmente hacia la Crida Nacional per la República. Esa es la principal conclusión de la asamblea nacional que ha celebrado este fin de semana y que ha supuesto el alejamiento de la primera línea política de la hasta ahora coordinadora general, Marta Pascal, que ha tenido que ceder a los envites de los hombres y mujeres del president Carles Puigdemont, que amenazaban con una candidatura alternativa si no renunciaba a la reelección. Curioso partido el PDeCAT, que nació en julio del 2016 con una descomunal bronca de las bases a los intentos de los históricos de CDC por retener el poder —fruto de ello fue la victoria de Pascal— y se autoinmola dos años después con otra bronca interna, camino del movimiento que lidera Puigdemont conjuntamente con el president Torra y con el expresidente de la ANC y diputado Jordi Sànchez.
El congreso del PDeCAT no ha sido un camino de rosas para nadie. Obviamente, no lo ha sido para los perdedores, representados en Pascal. Pero tampoco para los ganadores, que han visto muy limitada su capacidad de imponer sus decisiones a las bases. Un ejemplo de ello es que los consellers que han jugado la baza de Puigdemont y que actuaban en coordinación con los presos políticos que el partido tiene en Lladoners no han conseguido levantar el severo régimen de incompatibilidades para entrar en la ejecutiva. Han ganado el congreso, ciertamente; pero con una de cal y otra de arena.
La victoria de Puigdemont supone el ascenso a la presidencia del número dos, David Bonvehí, que hará tiquet con la vicepresidenta, Míriam Nogueras, un valor en alza y que debe ser una pieza clave para la reconfiguración del subgrupo parlamentario en el Congreso, hoy en manos de Carles Campuzano y de Jordi Xuclà. Nogueras es diputada y su promoción sería todo un mensaje al Gobierno de Pedro Sánchez, acostumbrado lógicamente a tratar con los veteranos Campuzano y Xuclà.
Aunque al final del cónclave todos los actores hicieron votos por la unidad y un esfuerzo para rebajar las tensiones de estos tres días, no es seguro que el clima interno mejore mucho de una manera rápida. Las heridas entre los contendientes son profundas, mayores de lo que se podía pensar al inicio de la asamblea nacional. El camino de sus cuadros y militantes hacia la Crida Nacional per la República parece despejado. El movimiento de Puigdemont nace con vocación integradora y transversal, una aspiración difícil, y ERC y la CUP no se lo van a poner fácil. Su arranque oficial en otoño será justo antes de las elecciones municipales, un auténtico calvario para todas las organizaciones políticas.