Si no fuera porque el Tribunal Supremo -igual que la Audiencia Nacional- nos ha acostumbrado a que hay que estar muy atentos a lo que sucede cuando son citados como investigados líderes independentistas, las declaraciones de las Martas, Marta Rovira, secretaria general de Esquerra, y Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, serían dos comparecencias más dentro de la causa general contra el independentismo que instruyen el juzgado número 13 de Barcelona, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Las acusaciones de rebelión, sedición y malversación son a todas luces desproporcionadas y el documento Enfocats, en que se basa buena parte de las acusaciones contra ellas, así como las grabaciones telefónicas a diferentes encausados por el 1-O no pueden dar lugar a acusaciones tan graves y con tantos años de prisión. Pascal y Rovira, además, tampoco formaban parte del Govern y su implicación es, en todo caso, en el ámbito de actuación política de unas formaciones parlamentarias.
Sin embargo, como escuchamos el miércoles pasado en palabras de la diputada de la CUP Mireia Boya, a las declaraciones del Supremo se tiene que acudir muy mentalizada y ella lo hizo con una bolsita "con dos mudas por si entraba en prisión". Va a ser esta una semana clave judicial y políticamente hablando. No solo por estas dos comparecencias sino porque el martes están citados el expresident de la Generalitat Artur Mas y la expresidenta de la Associació de Municipis per la Independència Neus Lloveras, y el miércoles la exdiputada de la CUP Anna Gabriel. El caso de Gabriel tiene además, por lo que ha avanzado la CUP, una singularidad específica, ya que se da por seguro que no comparecerá ante el TS y se refugiará en Suiza, desde donde, en todo caso, esperará la euroorden de extradición, si el juez Llarena la llega a pedir. Si acaba siendo así, será interesante ver cómo responde la justicia helvética y si le acaba sucediendo al Tribunal Supremo lo mismo que le sucedió a la Audiencia Nacional cuando presentó una euroorden contra el president de la Generalitat y cuatro consellers: tuvo que acabar siendo retirada por el propio Llarena ante una eventual derrota.
En todo caso, la exparlamentaria cupera abre desde Suiza un nuevo frente internacional del conflicto, y ya se ha visto en el caso de Puigdemont que la mejor manera de hacer llegar al mundo la situación catalana es utilizando los medios de comunicación y no el inexistente apoyo de los gobiernos europeos. En los próximos días veremos el resultado de la jugada de Anna Gabriel y la respuesta del TS.
Una de las enormes suertes que ha tenido la política catalana es que todas sus formaciones políticas parlamentarias, sin excepción, han militado siempre en el terreno del pacifismo. Incluso en muchos casos han ayudado a solucionar situaciones que podían derivar hacia la aparición de sectores minoritarios que abogaran por la violencia. Catalunya no ha sido desde este punto de vista el País Vasco. Sin embargo, la política española está acostumbrada a abordar la violencia en el País Vasco y ahora ha querido copiar el lenguaje, copiar los relatos y dividir a la sociedad catalana. Por eso los líderes del independentismo son acusados de acciones violentas que se asemejan más a las propias de otros lugares y de otros momentos. Y por eso también el TS hace tan poco caso a las declaraciones de los líderes políticos independentistas. Para que se mantenga la ficción del relato en España, es necesario que sigan apareciendo como culpables aunque no lo sean.