Quince días de campaña, meses de precampaña, debates, forcejeo, descalificaciones, exiliados, presos políticos, engaños permanentes de Madrid, un deep state contra Catalunya, otro president inhabilitado -a los tres últimos la justicia española los ha empitonado de manera inmisericorde-, el chantaje de un indulto cuando se debería haber priorizado una ley de amnistía, el déficit fiscal crónico que estrangula la economia catalana, la lengua permanentemente en juego para intentar acabar con el nervio del país y su primera señal de identidad, y muchas otras cosas que nos interpelan y nos obligan a ir a votar este domingo. Por cada motivo para quedarse en casa hay al menos cinco para acudir a las urnas y defender el país. Con el voto, como los catalanes lo hemos hecho siempre, ya que pocos instrumentos más hemos tenido para expresar lo que queremos. Ya sé que la campaña no ha resuelto todas las incertezas de los electores y que las dudas de abstencionistas e indecisos persisten. Pero hay que ir a votar.

La anomalía española de publicación de encuestas los cinco últimos días de campaña nos obliga a tener que acudir a medios extranjeros  para saber cómo se están desplazando los electores desde el lunes, que fue el último día. Hay tendencias pero solo es eso ya que la abstención y los indecisos van a decidir las elecciones del domingo. Por no estar seguras tampoco lo están las dos mayorías independentistas: la de diputados en el Parlament de Catalunya y la de más del 50% de los sufragios. En ninguna legislatura como esta habían ido más de la mano ambas cosas. La mirada internacional sobre Catalunya será muy diferente si se logran los dos objetivos: supondrá subir un peldaño en el de los votos puesto que en ninguna elección al Parlament ha sido así.

Si algo ha cambiado desde el inicio de la campaña ha sido la pulsión de lo que se ha dado en denominar efecto Illa. El ex ministro de Sanidad se las prometía muy felices con todo el aparato del estado detrás, forzando unas elecciones que deberían haber sido aplazadas y un excepcional apoyo de la prensa de papel blanqueando el 155. Llega a la recta final con demasiadas piedras a sus espaldas y una mochila que le ha lastrado de manera intensa durante la última semana y eso que tendrá a todos los partidos del régimen a su lado si alcanza los 68 escaños. Ya nadie duda que habría una operación Colau 2 y que participarían incluso unos hipotéticos diputados de Vox. La partida va de eso, reconducir la autonomía catalana a la mínima expresión y que se parezca más a la Comunidad Valenciana que a la república a la que aspira el independentismo.

No ha sido una campaña normal, ni son unas elecciones normales más allá de la pandemia. Los exiliados, los presos y la represión con miles de personas pendientes de acudir a los tribunales cuestionan a diario ese súbito interés socialista por pasar página. No es posible hacerlo sin un acuerdo en el que las víctimas dejen de serlo, dejen de ser perseguidas, y la justicia española acate la doctrina de los tribunales internacionales, donde han ido perdiendo un litigio tras otro. Las elecciones también decidirán esto y si Catalunya envía un mensaje fuerte, contundente, de que no ha dado un paso atrás pese a todo tipo de trabas políticas, judiciales, policiales y económicas para tumbar en la lona al movimiento independentista.