Parapetado detrás de sus ministros/ministras, o bien, de vacaciones en el parque natural de Doñana, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, sigue guardando silencio cuando falta menos de un mes -23 de septiembre- para que unas nuevas elecciones sean convocadas en España por su incapacidad para alcanzar acuerdos con otras fuerzas políticas. "Estamos pendientes de que nos llame", insisten en manifestar sus aliados naturales de Podemos, mientras al otro lado del teléfono los dirigentes de la formación morada no encuentran a nadie que les responda. En paralelo a esta parálisis, no desaparece la posibilidad de que una nuevas elecciones tengan lugar el 10 de noviembre, el día previsto para repetir los comicios si, antes del 23 de septiembre, Sánchez no ha superado la investidura en el Congreso de los Diputados.
No deja de ser sorprendente la estrategia del PSOE a lomos de la situación que provocó el gobierno de Mariano Rajoy con la supresión de las instituciones catalanas con motivo del referéndum del 1-O y la declaración de independencia llevada a cabo por el Parlament y que tuvo su correspondiente resultado judicial con la detención y exilio de los líderes independentistas catalanes y, más recientemente, con el juicio del procés. Sánchez no tuvo reparo en convocar las elecciones el pasado 28 de abril, en plena vista oral, algo que no era del agrado del Tribunal Supremo, birlándole a la derecha la bandera de defensora de la unidad de España. Ahora, podría darse el caso de que en una nueva pirueta, la sentencia del juicio se hiciera pública dentro de una nueva campaña electoral. Este es, al menos, el calendario más probable ya que, oficiosamente, se ha marcado en rojo la primera quincena de octubre para darla a conocer.
Como que Pedro Sánchez no da puntada sin hilo y obviamente ha estudiado esta posibilidad, solo cabe concluir que cuenta con liderar una gran coalición unionista que dé respuesta a las iniciativas que pueda tener el independentismo. Convertir la alianza PSOE-PP-Cs en la plataforma que le lleve a una amplia victoria electoral, que deje a Podemos en terreno de nadie y que Esquerra Republicana y Junts per Catalunya no tengan más remedio que estar frontalmente en contra de Sánchez. Como señalan desde las filas socialistas, un presidente en funciones convertido en comandante en jefe defensor de la unidad y elemento de estabilidad para las clases medias españolas.