El acuerdo entre los democristianos de la CDU/CSU y los socialdemócratas del SPD en Alemania para formar gobierno, después de seis laboriosas semanas de negociación, no solo es un alivio para los germanos. Es también una muy buena noticia para reactivar la economía del país más importante de la Unión y, por extensión, para ayudar al conjunto del continente. Que en tiempos de gran inestabilidad, los dos partidos centrales del país sean capaces de hacer concesiones mutuas para formar gobierno, ni está de moda, ni aliviará la protesta de los sectores más populistas del país. Sin embargo, la estabilidad en una época de crisis como la actual es el único valor seguro que no se va a depreciar en el corto plazo y debería ayudar a confiar en el futuro de Alemania. Friedrich Merz, líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), de centroderecha, se convertirá en el próximo canciller de Alemania, reemplazando al actual, Olaf Scholz, del SPD, derrotado en las elecciones federales de febrero, mientras que el nuevo líder socialdemócrata, Lars Klingbeil, será el vicecanciller.

A Merz hay que agradecerle que haya dejado de lado los cantos de sirena de la ultraderecha de AfD y haya optado por formar una alianza ideológicamente transversal, que está en sintonía con los mejores años de Alemania. Y eso que la presión no ha sido menor y las consecuencias para la CDU ya se están dejando notar. El pasado domingo, en la recta final de las negociaciones entre Friedrich Merz y Lars Klingbeil, se publicó una encuesta de la importante empresa demoscópica Insa que apuntaba que la CDU/CSU había perdido entre cuatro y seis puntos hasta situarse en un empate técnico con la ultraderecha. El jefe de Insa, Hermann Binkert, lo ha calificado de pérdida de apoyos nunca vista en el periodo comprendido entre las elecciones al Bundestag, el parlamento federal, y la formación de gobierno. También es un aviso sobre lo escorado que está el electorado en Alemania y cómo hay una base sólida en la CDU que prefiere un acuerdo con la ultraderecha a seguir viendo a la socialdemocracia como el aliado natural. Los miedos han ido ganando terreno y no hay duda de que subyace una decepción con Merz, que, en la relación con AfD, había mantenido una calculada ambigüedad electoral.

La disposición de Junts a negociar los presupuestos de Illa es una iniciativa que nadie recogerá, aunque es un error no hacerlo

La gran coalición centrista tiene encima de la mesa dos grandes carpetas: la política migratoria y la subida de impuestos al colectivo con ingresos altos o muy altos, a la que hay que sumar la respuesta europea a la política arancelaria impulsada por Donald Trump y que ha puesto patas arriba la economía mundial con una seria amenaza de recesión global. En las dos carpetas, la CDU tendrá que hacer concesiones a sus socios gubernamentales. En el tema de la política migratoria, Merz es rehén de la propuesta aprobada en enero en el Bundestag para que se retornen a muchos más de los inmigrantes en las fronteras del país. Una iniciativa legislativa que la CDU sacó adelante con la ayuda de la ultraderecha de AfD y que en su momento levantó una oleada de críticas contra la democracia cristiana. A la hora de negociar con el SPD, las líneas rojas no van a ser fáciles, ya que su líder, Lars Klingbeil, defiende que Alemania sigue siendo un país de inmigración y que esta se tiene que regular con normas claras, pero que tengan presente que el derecho fundamental al asilo sigue siendo inviolable. En el tema tributario, en cambio, la CDU tiene mejores cartas y el SPD parece dispuesto a contener su posición.

Aunque Catalunya está muy lejos de ser capaz de situar coaliciones de gobierno centristas en el frontispicio político y los gobiernos últimamente se encuentran cómodos con miradas claramente hacia la izquierda —el acuerdo sobre los alquileres de pisos de temporada entre el PSC, ERC, los comunes y la CUP es un ejemplo de ello— el esbozo de mano tendida de Junts al govern Illa para que presente los presupuestos de la Generalitat para este año y su disposición a negociarlos tras el colapso de la economía con las medidas de Trump son una iniciativa que nadie recogerá, aunque es un error no hacerlo. Es muy probable que no se pusieran de acuerdo, pero los pactos siempre se han de intentar si el fin es más dinero para inversiones en Catalunya y la moderación de algunas políticas muy sesgadas heredadas del pasado. Entre ellas, la situación fiscal y la política migratoria. Dos carpetas que, como se ve en Alemania, no son nada locales, ya que atraviesan estados, y los problemas, en el fondo, no son tan diferentes.