En menos de 48 horas se han producido dos movimientos que reflejan bien a las claras que el margen para negociar con el Gobierno español es cercano a cero. Pero no un referéndum acordado, como el que la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ha propuesto a Londres celebrar antes de 2021 y que ya ha recibido el apoyo de Jeremy Corbyn. Algo infinitamente más sencillo: que se cumpla el Estatut. El recortado por el TC y que fue el inicio de la gran marcha hacia la independencia de Catalunya.
Pues bien, el vicepresidente Pere Aragonès ha anunciado la interposición de una demanda judicial contra el ejecutivo de Pedro Sánchez por incumplimiento del sistema de financiación autonómica. A la Generalitat le faltan 1.700 millones de la recaudación de diferentes impuestos, entre otros, del 50% del IVA y del IRPF, así como otros tributos especiales. Todo ello hay que enmarcarlo en la asfixia financiera que somete el Estado a Catalunya con un sistema de financiación claramente injusto, que se tenía que haber renovado en 2013 y que ni Mariano Rajoy ni Pedro Sánchez han querido abordar. Y eso que Catalunya cifra el déficit fiscal anual en unos 16.000 millones anuales mientras que el Ministerio de Hacienda reconoce de esta cantidad unos 9.900 millones. La administración española ha dado todo tipo de excusas a Aragonès por la deuda pendiente de 1.700 millones pero no la ha cancelado.
El segundo movimiento del Gobierno español contra el catalán se ha producido recurriendo el plan de Acción Exterior de la Generalitat 2019-2022, alegando que excede sus competencias. El plan, que se articula en cuatro ejes —presencia, excelencia, influencia y compromiso—, y fue aprobado el pasado 25 de junio, identifica y define los objetivos que tienen que marcar la acción hacia la Unión Europea y las relaciones exteriores del Govern en los próximos cuatro años. El Gobierno español tenía dos meses para dejarlo en nada —que vencían este domingo— y en el Consejo de Ministros de este viernes ha iniciado legalmente el procedimiento.
En pleno debate en el independentismo entre la confrontación con el estado español, la desobediencia civil y el diálogo, la estrategia del deep state continúa siendo la misma de siempre: asfixiar económicamente, recortar políticamente. Un camino intransitable en el que no se pueden cobrar las deudas y es imposible proyectarse al mundo.