Aunque solo hace unas semanas que Josep Borrell asumió el cargo de alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, su extravagancia y meteduras de pata le están causando más de un disgusto en Bruselas y con varios de los países de la Unión Europea. El exministro de Asuntos Exteriores del Gobierno español ha abierto una verdadera crisis al ironizar con el “síndrome Greta” —en alusión a Greta Thunberg, la joven activista medioambiental sueca de 17 años— y cuestionar los movimientos juveniles por el cambio climático.
Ha sido desautorizado por un portavoz de la Comisión Europea y también por la ministra española de Transición Ecológica, Teresa Ribera, una incómoda situación que le hubiera tenido que llevar a la dimisión. No se puede ser más patán y con Borrell, lamentablemente, no está sucediendo nada que no fuera previsible. Lo que pasa es que el Borrell del que hoy se avergüenza media Europa era enormemente útil cuando actuaba como punta de lanza contra el independentismo. Forma parte de esta generación de catalanes que han construido su supuesto prestigio hablando mal de Catalunya. Albert Boadella y Albert Rivera son algunos de los ejemplos recientes.
El Financial Times, el diario más influyente de Europa y uno de los más prestigiosos del mundo, compara la actitud de menosprecio de Borrell (72 años) con Greta Thunberg (17 años) y los movimientos juveniles en defensa del medio ambiente con la de Donald Trump (73 años) y otros miembros de la administración norteamericana. Lo han hecho también otros medios europeos influyentes. Borrell ha tenido que disculparse repetidamente pero todo el
mundo sabe que volverá a suceder ya que en los últimos años ha sido una constante en su actividad pública.
Es obvio que su designación fue un error y que Pedro Sánchez se equivocó forzando su nombramiento en el paquete de nuevos responsables de la Comisión Europea en la cumbre de jefes de estado y de gobierno de la UE. Pero ahora ¿quién se hace cargo del desaguisado?