La filtración de la sentencia del Tribunal Supremo a los presos políticos catalanes, publicada copiosamente este sábado por periodistas judiciales que manejan buena información y por medios solventes en este tipo de noticias, a una hora más o menos acordada, es simplemente escandalosa. No es aún el momento de valorar la condena, tiempo habrá cuando sea oficial a todos los efectos –veremos cómo soluciona el papelón el Tribunal y qué hace ahora con la sentencia divulgada y que algún medio incluso da a entender que ha conocido, al menos, parcialmente–, sino de expresar la vergüenza que supone en un estado que se dice democrático una situación que afecta la vulneración de derechos y que no por repetida en otros casos es absolutamente reprobable.

En el terreno estrictamente judicial, que no se haya conseguido encapsular una noticia de un voltaje político tan elevado dice mucho de la frivolidad de, al menos, algún miembro del Tribunal. ¿Nadie es responsable de lo sucedido? No son de recibo, por insuficientes, sus palabras expresando su disgusto por la filtración. En el campo estrictamente personal, la indefensión de los doce procesados –hemos de recordar otra vez que nueve de ellos se encuentran en prisión provisional desde hace alrededor de dos años– y de sus defensas es clamorosa. En lo que compete al prestigio de un estado, eso solo sucede en España. Basta poner un ejemplo: las euroórdenes de extradición que se vieron en Alemania y en Bélgica no se publicaron antes en ningún medio de comunicación, sino que se respetaron escrupulosamente los derechos de los acusados.

Si hasta la fecha habíamos asistido a episodios escandalosos, como periodistas llegando al lugar donde se producían detenciones o actuaciones judiciales o policiales antes de que llegaran las respectivas comitivas judiciales a los sitios, en esta ocasión y con la opinión pública internacional pendiente de la sentencia es solo cuestión de tiempo que la filtración actúe como onda expansiva en el descrédito del sistema judicial español

Además, en este caso, llueve sobre mojado y siempre alrededor de la festividad del 12 de octubre. Hace dos años, supimos, también a través de una filtración que se produjo en aquella ocasión durante la recepción del Palacio Real, que los Jordis –Sànchez y Cuixart– serían, cuatro días después, encarcelados y enviados por la Audiencia Nacional a la prisión madrileña de Soto del Real.

Otro Día de la Hispanidad ha sucedido algo parecido en su origen pero obviamente mucho más grave, ya que estamos hablando de una sentencia que a buen seguro dejará una profunda herida en la sociedad catalana. Y quien no sea capaz de verlo así es que desconoce absolutamente el comportamiento y la actitud de una sociedad extremadamente triste, que no abatida, y que cuando se ha sentido agredida ha antepuesto su dignidad a cualquier otra cosa.